LA APERTURA A LA VIDA CONTRIBUYE A LA
SOCIEDAD
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia (n.232-234)
La
familia contribuye de modo eminente al bien social por medio de la paternidad y
la maternidad responsables.
La
carga que conlleva esta responsabilidad, no se puede invocar para justificar
posturas egoístas, sino que debe guiar las opciones de los cónyuges hacia una
generosa acogida de la vida: En relación con las condiciones físicas,
económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en
práctica, ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia
numerosa, ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de
la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo
indefinido.
Las
motivaciones que deben guiar a los esposos en el ejercicio responsable de la
paternidad y de la maternidad, derivan del pleno reconocimiento de los propios
deberes hacia Dios, hacia sí mismos, hacia la familia y hacia la sociedad, en
una justa jerarquía de valores.
En
cuanto a los medios para la procreación responsable, se han de rechazar como
moralmente ilícitos tanto la esterilización como el aborto. Este último, en particular, es un
delito abominable y constituye siempre un desorden moral particularmente grave;
lejos de ser un derecho, es más bien un triste fenómeno que contribuye
gravemente a la difusión de una mentalidad contra la vida, amenazando
peligrosamente la convivencia social justa y democrática. Se ha de rechazar
también el recurso a los medios contraceptivos en sus diversas formas.
Este rechazo deriva de una
concepción correcta e íntegra de la persona y de la sexualidad humana, y
tiene el valor de una instancia moral en defensa del verdadero desarrollo de
los pueblos. Las mismas
razones de orden antropológico, justifican, en cambio, como lícito el recurso a
la abstinencia en los períodos de fertilidad femenina. Rechazar la
contracepción y recurrir a los métodos naturales de regulación de la natalidad
comporta la decisión de vivir las relaciones interpersonales entre los cónyuges
con recíproco respeto y total acogida; de ahí derivarán también consecuencias
positivas para la realización de un orden social más humano.
El
juicio acerca del intervalo entre los nacimientos y el número de los hijos
corresponde solamente a los esposos. Este es uno de sus
derechos inalienables, que ejercen ante Dios, considerando los deberes para
consigo mismos, con los hijos ya nacidos, la familia y la sociedad. La intervención del poder público, en
el ámbito de su competencia, para la difusión de una información apropiada y la
adopción de oportunas medidas demográficas, debe cumplirse respetando las
personas y la libertad de las parejas: no puede jamás sustituir sus decisiones;
tanto menos lo pueden hacer las diversas organizaciones que trabajan en este
campo.
Son moralmente
condenables, como atentados a la dignidad de la persona y de la familia, los
programas de ayuda económica destinados a financiar campañas de esterilización
y anticoncepción o subordinados a la aceptación de dichas campañas. La solución de las
cuestiones relacionadas con el crecimiento demográfico se debe buscar, más
bien, respetando contemporáneamente la moral sexual y la social, promoviendo
una mayor justicia y una auténtica solidaridad para dar en todas partes
dignidad a la vida, comenzando por las condiciones económicas, sociales y
culturales.