LA
IMPORTANCIA DE LA FAMILIA
PARA
LA PERSONA Y PARA LA MISMA SOCIEDAD
Reflexión
diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 212-214)
Una mirada
desde la fe a nuestra sociedad nos hace caer en la cuenta que la guerra de
Maligno contra Dios y su criatura amada (los hombres) está centrada en la
destrucción de la familia: porque destruida la familia, se deteriora al hombre
de forma casi irremediable para su relación con Dios, con los demás y consigo
mismo. Pensemos en todas las legislaciones anti-familia que no son más que
instrumentos legales de esta guerra. Por eso, hemos de recordar la verdad sobre
la familia y el matrimonio y hacernos eco de las enseñanzas de los últimos
Papas al respecto.
En
la familia el
hombre nace y crece. Es en la familia, originada de
la entrega recíproca del hombre y de la mujer unidos en matrimonio, donde el
niño encuentra el ambiente de vida para
1) desarrollar sus potencialidades, 2) hacerse consciente de su dignidad
y 3) prepararse a afrontar su destino único e irrepetible.
Es en el afecto familiar donde las personas son
reconocidas y responsabilizadas en su integridad: reciben las
primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprenden qué quiere decir amar y
ser amado y, por consiguiente, qué quiere decir en concreto ser una persona. Las obligaciones de sus miembros no están
limitadas por los términos de un contrato, sino que derivan de la esencia misma
de la familia.
La familia, comunidad natural en donde se
experimenta la sociabilidad humana, contribuye en modo único e insustituible al
bien de la sociedad.
Una sociedad a medida de la familia es la mejor
garantía contra toda tendencia de tipo individualista o colectivista, porque en
ella la persona es siempre el centro de la atención en cuanto fin y nunca como
medio.
El
bien de las personas y el buen funcionamiento de la sociedad están
estrechamente relacionados con la promoción de la estabilidad del matrimonio y
de la familia.
En
la familia 1) se inculcan los valores morales, 2) se transmite el patrimonio
espiritual-religioso y el patrimonio cultural de la Nación, y 3) en ella se
aprenden las responsabilidades sociales y la solidaridad.
La sociedad y el Estado están en función de la
familia. La familia, sujeto titular de derechos inviolables, encuentra su
legitimación en la naturaleza humana y no en el reconocimiento del Estado.
Todo modelo social que busque el bien del hombre no
puede prescindir de la centralidad y de la responsabilidad social de la familia. Las autoridades públicas no deben
sustraer a la familia las tareas que puede desempeñar sola o libremente
asociada con otras familias; por otra parte, las mismas autoridades tienen el
deber de auxiliar a la familia, asegurándole las ayudas que necesita para
asumir de forma adecuada todas sus responsabilidades.
Pidamos la intercesión de los santos ángeles para que custodien y protejan a las familias en esta lucha, así como guardoron a la Sagrada Familia en su camino a Egipto.