LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia (n.235-236)
La
familia tiene la tarea de educar al hombre en la plenitud de su dignidad, según
todas sus dimensiones, comprendida la social. La familia tiene
una tarea insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores
culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el
desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad, que contribuye
al bien común, favoreciendo el desarrollo de la propia libertad y responsabilidad, ofreciendo
ciudadanos libres, honestos y responsables.
La
característica de la educación en la familia es el amor de los padres que transmiten
los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés,
espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor.
El
derecho y el deber de los padres a la educación de la prole se debe considerar
1)
como esencial, relacionado como está con la transmisión de
la vida humana;
2)
como original y
primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la
relación de amor que subsiste entre padres e hijos;
3)
como insustituible e inalienable,
y por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.
Los
padres tiene el derecho y el deber de impartir una educación religiosa y una
formación moral a sus hijos: derecho
que no puede ser cancelado por el Estado, antes bien, debe ser respetado y
promovido. Es un deber primario, que la familia no puede descuidar o delegar.
Los
padres han de contar con la colaboración
con los organismos civiles y eclesiales en la educación de sus hijos, siendo
ellos los primeros responsables. De aquí nace también el derecho de fundar y sostener instituciones
educativas, y, también por ello, recibir la ayuda del estado. Cuando el
Estado reivindica el monopolio escolar, va más allá de sus derechos y conculca
la justicia.
La
familia tiene la responsabilidad de ofrecer una educación integral. Esta
integridad queda asegurada cuando —con el testimonio de vida y con la palabra—
se educa a los hijos al diálogo, al encuentro, a la sociabilidad, a la
legalidad, a la solidaridad y a la paz, mediante el cultivo de las virtudes
fundamentales de la justicia y de la caridad.