viernes, 22 de julio de 2016

LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS. Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.235-236)





LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.235-236)
La familia tiene la tarea de educar al hombre en la plenitud de su dignidad, según todas sus dimensiones, comprendida la social. La familia tiene una tarea insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad, que contribuye al bien común, favoreciendo el desarrollo  de la propia libertad y responsabilidad, ofreciendo ciudadanos libres, honestos y responsables.
La característica de la educación en la familia es el amor de los padres que transmiten los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor.
El derecho y el deber de los padres a la educación de la prole se debe considerar
1)    como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana;
2)    como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos;
3)    como insustituible e inalienable, y por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros. 
Los padres tiene el derecho y el deber de impartir una educación religiosa y una formación moral a sus hijos: derecho que no puede ser cancelado por el Estado, antes bien, debe ser respetado y promovido. Es un deber primario, que la familia no puede descuidar o delegar.
Los padres han de contar con la  colaboración con los organismos civiles y eclesiales en la educación de sus hijos, siendo ellos los primeros responsables. De aquí nace también el  derecho de fundar y sostener instituciones educativas, y, también por ello, recibir la ayuda del estado. Cuando el Estado reivindica el monopolio escolar, va más allá de sus derechos y conculca la justicia.
La familia tiene la responsabilidad de ofrecer una educación integral. Esta integridad queda asegurada cuando —con el testimonio de vida y con la palabra— se educa a los hijos al diálogo, al encuentro, a la sociabilidad, a la legalidad, a la solidaridad y a la paz, mediante el cultivo de las virtudes fundamentales de la justicia y de la caridad.