sábado, 2 de julio de 2016

EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA EN EL MISTERIO DE LA VISITACIÓN. EL CORAZÓN DE NUESTRA MADRE (4)

 EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
EN EL MISTERIO DE LA VISITACIÓN.
EL CORAZÓN DE NUESTRA MADRE (4)

En este primer sábado de mes de julio en la que la Iglesia nos invita a festejar el misterio de la Visitación de nuestra Señora a su prima santa Isabel, se nos revela la inmensa caridad del corazón inmaculado de Nuestra Señora.
La Virgen María, tras recibir el anuncio del Ángel en Nazaret y haber concebido por obra del Espíritu Santo al Hijo de Dios en sus entrañas, nos dice el Evangelio que “poniéndose en camino, se fue apresuradamente a las montañas de Judea a una ciudad de la tribu de Judá;  y habiendo entrado en la casa de Zacarías, saludó a Isabel.”
Como prueba de que el misterio anunciado era verdad y para confirmarlo, el ángel le comunica que su prima anciana y estéril  ya estaba de seis meses. María cree en las palabras del Ángel, no duda, y el ir a visitarla no es para cerciorarse de que el ángel decía la verdad; pues su respuesta es de quién ha creído en la palabra anunciada: “He aquí la Esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.”
Dice el Catecismo que “La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe”, pues “en la fe, ella acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que «nada es imposible para Dios».” “Durante toda su vida, y hasta su última prueba, cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios.”
María es “la realización más pura de la fe”, en cuanto al hombre le es posible, de tal modo que San Agustín llega a exclamar: “Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo.” Y san León Magno dirá: “Antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu.” Y así se entienden las palabras de Jesús a aquella mujer que alaba las entrañas y los pechos que lo amamantaron: “Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.”
María es doblemente dichosa: porque llevó en sus entrañas y alimento al mismo Hijo de Dios, y escuchó su palabra y la cumplió.
¿Qué fue lo que impulsó a la Virgen a subir presurosamente a visitar a su prima Isabel e ir ayudarla?  La fe. La fe fue la que impulsó a la Virgen, porque por medio de la fe respondemos al misterio insondable del amor de Dios. La fe es la respuesta del hombre a “acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama.” Pero por la fe, se inflama la caridad. Dios quiere transformarnos de un modo tan profundo que él sea quien viva en nosotros. Cuando dejamos que Dios nos transforme por el fuego de la caridad, él vive en nosotros y nos lleva a amar con él, en él y como él.
Como señaló el Papa Benedicto XVI, la fe y la caridad están indisolublemente unidas. No hay, no puede existir contradicción entre ellas:
La fe es conocer la verdad y adherirse a ella;  la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15).
Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s).
La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17).
En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22).
La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).” (Mensaje de la Cuaresma 2013)

Porque como dirá el Apóstol Santiago: “la fe sin obras está muerta”, pues no está vivificada por la caridad. María creyó y amó con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas. Visita a su prima, la que es Madre del Salvador y Señor del mundo, se hace esclava y sierva del prójimo, entregando su propia vida por los otros… La caridad de María no termina en la ayuda a su prima. Su vida es toda ella caridad y en la cruz, su caridad se hace todavía más grande ofreciéndose junto con su Hijo por la salvación de los pecadores. Un amor de María que sigue vivo, pues su corazón inmaculado ya glorioso en el cielo sigue amándonos y ella nos lo ofrece a todos nosotros como refugio seguro. Recordemos su aparición a Sor Lucía en Pontevedra donde la Virgen se presenta con el corazón en su mano en actitud de ofrendárnoslo y aquellas palabras: “No tengas miedo. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio.”

Que nuestra petición en este día sea:
Virgen María, haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Que escuchemos la Palabra de tu Hijo Jesús y cumplamos su voluntad.
Que por la fe engendremos a Jesús en nosotros
Y por la caridad lo llevemos a los demás,
En el testimonio de nuestra entrega.
Que nos dejemos inflamar por su amor que nos primerea
y amemos así a nuestros hermanos,
saliendo al paso de los que sufren, de los que están necesitados,
de los que se sienten solos y abandonados,
de aquel que pide nuestra ayuda.
Sólo así, podremos exclamar junto contigo:
“Magnifcat anima mea Dominum.”
Solo así podremos gozar de tu misma alegría:
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.
Sólo así seremos misioneros del amor y de la misericordia de Dios, como  tú, Virgen Bendita:
“Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por ti”.