EL MATRIMONIO, FUNDAMENTO DE LA FAMILIA.
SU VALOR PERMANENTE Y UNIVERSAL
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social
de la Iglesia (n. 215-218)
Ante la
confusión reinante en nuestra sociedad, tenemos que recordar que:
La familia tiene su fundamento en la libre voluntad de los cónyuges
(varón y mujer) de unirse en matrimonio, respetando el significado y los
valores propios de esta institución, que no depende del hombre, sino de Dios
mismo: DIOS
ES EL AUTOR DEL MATRIMONIO, AL CUAL HA DOTADO CON BIENES Y FINES VARIOS.
Ningún poder puede abolir el derecho natural al matrimonio ni modificar
sus características ni su finalidad. El matrimonio tiene características
propias, originarias y permanentes. La sociedad
no puede disponer del vínculo matrimonial, con el cual los dos esposos se
prometen fidelidad, asistencia recíproca y apertura a los hijos, aunque
ciertamente le compete regular sus efectos civiles.
El matrimonio tiene como rasgos característicos:
1.- la totalidad, en razón de la cual los
cónyuges se entregan recíprocamente en todos los aspectos de la persona,
físicos y espirituales;
2.- la unidad que los hace « una sola carne » (Gn 2,24);
3.-
la
indisolubilidad y la
fidelidad que exige la
donación recíproca y definitiva;
4.- la fecundidad a la que naturalmente está abierto.
El
matrimonio, en su verdad objetiva, está ordenado a la procreación y educación
de los hijos. La unión matrimonial, en efecto,
permite vivir en plenitud el don sincero de sí mismo, cuyo fruto son los hijos,
que, a su vez, son un don para los padres, para la entera familia y para toda
la sociedad.