sábado, 23 de julio de 2016

PROCURA IMITAR MI HUMILDAD Y NO AMES A NADA MÁS QUE A MI HIJO. Palabras de la Virgen a santa Brígida




PROCURA IMITAR MI HUMILDAD Y NO AMES A NADA MÁS QUE A MI HIJO. 
Palabras de la Virgen a santa Brígida
Palabras de la Virgen aconsejando a la esposa cómo tiene que amar a su Hijo sobre  todas las cosas, y sobre  cómo cada virtud y gracia está contenida en la Virgen gloriosa.
Capítulo 42
La Madre habló: ―Yo tenía tres virtudes por las cuales agradé a mi Hijo. Tenía tanta  humildad que ninguna criatura, ni ángel ni ser humano, era más humilde que yo. En segundo lugar, yo tenía obediencia, por la cual me esforcé en obedecer a mi Hijo en todas las cosas. En tercer lugar, tenía una gran caridad. Por esta razón he recibido un triple  honor de mi Hijo. Primero, se me dio más honor que a los ángeles y los hombres, de forma que no hay virtud en Dios que no irradie de mí, pese a que Él es la fuente y el  Creador de todas las cosas. Pero yo soy la criatura a la que Él ha garantizado la Gracia  principal en comparación con las demás.
Segundo, en razón de mi obediencia he adquirido tal poder que no hay pecador, por manchado que esté, que no reciba el perdón si se vuelve a mí con propósito de enmienda y corazón contrito. Tercero, en razón de mi caridad, Dios se ha acercado tanto a mí que cualquiera que vea a Dios me ve a mí, y cual quiera que me vea puede ver la naturaleza divina y humana en mí y a mí en Dios, como si fuera un espejo. Porque quien vea a Dios ve tres personas en Él, y quien me vea a mí me ve como si fuera tres personas. Porque Dios me ha asido en alma y cuerpo a Sí Mismo y me ha colmado de toda virtud, de  manera que no hay virtud en Dios que no brille en mí, pese a que Dios es el Padre y el  dador de todas las virtudes. Como si se tratara de dos cuerpos conjuntados uno recibe lo que recibe el otro así ha hecho Dios conmigo. No existe dulzura que no esté en mí. Es como alguien que tiene una nuez y comparte un trozo con otra persona. Mi alma y cuerpo son más puros que el sol y más limpios que un espejo. Por ello, igual que las Tres Personas se verían en un espejo si se situaran frente a él, así el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo pueden verse en mi pureza. Una vez tuve a mi Hijo en el vientre junto a su Naturaleza Divina. Ahora Él ha de verse en mí con sus dos naturalezas, Divina y Humana, como en un espejo, porque yo he sido glorificada. Por ello, esposa de mi Hijo,  procura imitar mi humildad y no ames a nada más que a mi Hijo.