viernes, 15 de julio de 2016

LA MATERNIDAD DE LA IGLESIA HACIA LOS DIVORCIADOS Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.226)




LA MATERNIDAD DE LA IGLESIA HACIA LOS DIVORCIADOS
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.226)
La Iglesia no abandona a su suerte aquellos que, tras un divorcio, han vuelto a contraer matrimonio. La Iglesia ora por ellos, los anima en las dificultades de orden espiritual que se les presentan y los sostiene en la fe y en la esperanza. Por su parte, estas personas, en cuanto bautizados, pueden y deben participar en la vida de la Iglesia: se les exhorta a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad a favor de la justicia y de la paz, a educar a los hijos en la fe, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar así, día a día, la gracia de Dios.
La reconciliación en el sacramento de la penitencia, —que abriría el camino al sacramento eucarístico— puede concederse sólo a aquéllos que, arrepentidos, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que ya no esté en contradicción con la indisolubilidad del matrimonio, según las directrices de la Congregación de la fe.
Esta forma de vida consiste en un primer caso en la ruptura de esa nueva relación. Cuando existen hijos y otras circunstancias que dificultan la ruptura, la Iglesia prevé la posibilidad de un pacto de castidad absoluta en esa relación ante un sacerdote que los acompañe espiritualmente, y este pacto le abriría la posibilidad de recibir el sacramento de la penitencia y poder comulgar en un lugar que no fuese motivo de escándalo –normalmente donde no sean conocidos-, ya que al seguir en la apariencia en pecado público sería motivo de escándalo. 
Actuando así, la Iglesia profesa su propia fidelidad a Cristo y a su verdad; al mismo tiempo, se comporta con ánimo materno para con estos hijos suyos, especialmente con aquellos que sin culpa suya, han sido abandonados por su cónyuge legítimo. La Iglesia cree con firme convicción que incluso cuantos se han apartado del mandamiento del Señor y persisten en ese estado, podrán obtener de Dios la gracia de la conversión y de la salvación si perseveran en la oración, en la penitencia y en la caridad.