Homilía de maitines
MIÉRCOLES DE LA III SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILÍA DE SAN JERÓNIMO, PRESBÍTERO
Libro 2 sobre los Comentarios acerca del cap. 15 de San Mateo
Extraña es ciertamente la necedad de los fariseos u
escribas. Echan en cara al Hijo del Dios el que no guarde las tradiciones y
preceptos de los hombres. “Tus discípulos, le dicen, no se lavan las manos
antes de comer el pan”. Las manos, esto es, las obras, que hay que lavar no son
las del cuerpo sino las del alma, a fin de que se realice en ellas la palabra
de Dios. Mas él respondióles diciendo: “Porque vosotros no guardáis los
mandatos de Dios por causa de vuestras tradiciones? Con una respuesta
verdadera, refuta una falsa acusación. Siendo así, dijo, que vosotros por
observar las tradiciones de los hombres, dejáis de cumplir los preceptos del
Señor, ¿Cómo osáis acusar a mis discípulos de menospreciar los preceptos de los
mayores a fin de cumplir los preceptos de Dios?
Pues Dios dijo: Honra al padre y a la madre; y el
que maldijere al padre o a la madre sea castigado con la muerte. Mas vosotros
decís: cualquiera que dijere al padre o a la madre: la ofrenda que yo por mi
parte ofreciere redundará en bien tuyo, ya no tiene obligación de honrar al
padre o a la madre. Según las santas Escrituras, el honor no consiste solamente
en las señales de respeto y atención, sino mas bien en las limosnas y en los
dones que se ofrecen. “Honra, dice el Apóstol, las viudas, que verdaderamente
son tales”. Este honor significa asistencia. Y en otro lugar; “Los presbíteros
son dignos de un doble honor principalmente los que trabajan en la
predicación y en la enseñanza”. Nos está
mandado, también tributarles asistencia por el precepto que dice que no cerremos
la boca del buey que trilla, y que el jornalero es digno de su recompensa.
El
Señor, considerando la debilidad, la edad o las necesidades de los padres,
había ordenado que los hijos honrasen a sus progenitores, socorriéndoles con lo
necesario para la vida. Mas, queriendo los escribas y fariseos cambiar esta
sapientísima ley de Dios; a fin de velar su impiedad con el nombre de piedad,
enseñaron a los hijos perversos, que si alguno quería ofrecer a Dios, el cual
verdaderamente es Padre, alguna de las cosas que se debían a sus padres, esta
ofrenda a Dios, fuera antepuesta a las ofrendas que querían hacer ellos. De
esta suerte los padres, no atreviéndose a tomar nada de lo ofrecido a Dios para
no incurrir en sacrilegio, padecían la más cruel miseria. Y así sucedía que las
ofrendas de los hijos, con el pretexto de ser ofrecidas a Dios y al templo,
servían de ganancia en favor de los sacerdotes.