Homilía de maitines
SÁBADO DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 34 sobre San Juan, después del
principio
Lo
que dijo el Señor: “Yo soy la luz del mundo”; me parece claro para aquellos que
tienen ojos con los cuales pueden participar de esta luz. Mas aquellos que solo
tienen ojos terrenos se admiran de lo que dijo Jesucristo: “Yo soy la luz del
mundo”. Y acaso no faltará quien diga para sí mismo: ¿Por ventura Cristo es
este sol que recorre el día de oriente a occidente? Pues no faltaron herejes
que creyeron tal cosa. Los Maniqueos creyeron que este sol visible a los ojos
de la carne manifiesto y patente, no solo a los hombres sino también a los
animales, era Cristo Señor nuestro.
Más
la recta fe de la Iglesia Católica, condena tal aberración, y la tiene por
invención diabólica; y no solo la reconoce errónea, sino que con sus
razonamientos procura disuadir de ella a los que la profesan. Rechacemos, por
lo tanto, semejante error, el cual fue ya desde el principio condenado por la
Iglesia. No creamos que nuestro Señor Jesucristo sea este sol que vemos nacer
en el Oriente y ponerse en Occidente, a cuyo curso sigue la noche, cuyos rayos
son oscurecidos por las nubes y que pasa de un lugar a otro. No es éste,
Cristo. Cristo no es el sol creado, sino aquel por quien el sol fue hecho.
Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada se hizo.
Él
es la luz que hizo esta luz. Amemos, pues a esta divina luz; procuremos
conocerla, tengamos sed de ella para que a ella podemos llegar guiados por ella
misma, y en ella de tal suerte vivamos, que jamás del todo muramos. Hablando de
esta luz, ya en otro tiempo había profetizado el salmista: “¡Cuán grande es, oh
Dios, vuestra bondad! Porque en Vos está la fuente de la vida y veremos la luz
en vuestra luz”. Consideremos lo que de esta luz dijo uno de los más grandes
servidores de Dios. “Vos, dijo, conserváis, Señor, a los hombres y a las
bestias, ya que Vos habéis multiplicado vuestra misericordia”
Transcripto por gentileza
de Dña. Ana María Galvez