sábado, 12 de marzo de 2016

AMEMOS A ESTA DIVINA LUZ. San Agustín


Homilía de maitines

SÁBADO DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 34 sobre San Juan, después del principio
Lo que dijo el Señor: “Yo soy la luz del mundo”; me parece claro para aquellos que tienen ojos con los cuales pueden participar de esta luz. Mas aquellos que solo tienen ojos terrenos se admiran de lo que dijo Jesucristo: “Yo soy la luz del mundo”. Y acaso no faltará quien diga para sí mismo: ¿Por ventura Cristo es este sol que recorre el día de oriente a occidente? Pues no faltaron herejes que creyeron tal cosa. Los Maniqueos creyeron que este sol visible a los ojos de la carne manifiesto y patente, no solo a los hombres sino también a los animales, era Cristo Señor nuestro.
Más la recta fe de la Iglesia Católica, condena tal aberración, y la tiene por invención diabólica; y no solo la reconoce errónea, sino que con sus razonamientos procura disuadir de ella a los que la profesan. Rechacemos, por lo tanto, semejante error, el cual fue ya desde el principio condenado por la Iglesia. No creamos que nuestro Señor Jesucristo sea este sol que vemos nacer en el Oriente y ponerse en Occidente, a cuyo curso sigue la noche, cuyos rayos son oscurecidos por las nubes y que pasa de un lugar a otro. No es éste, Cristo. Cristo no es el sol creado, sino aquel por quien el sol fue hecho. Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada se hizo.
Él es la luz que hizo esta luz. Amemos, pues a esta divina luz; procuremos conocerla, tengamos sed de ella para que a ella podemos llegar guiados por ella misma, y en ella de tal suerte vivamos, que jamás del todo muramos. Hablando de esta luz, ya en otro tiempo había profetizado el salmista: “¡Cuán grande es, oh Dios, vuestra bondad! Porque en Vos está la fuente de la vida y veremos la luz en vuestra luz”. Consideremos lo que de esta luz dijo uno de los más grandes servidores de Dios. “Vos, dijo, conserváis, Señor, a los hombres y a las bestias, ya que Vos habéis multiplicado vuestra misericordia”
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez