Homilía de maitines
JUEVES DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA
DE SAN GREGORIO, PAPA
Homilía 33 sobre los Evangelios
Cuando
pienso en la penitencia de María Magdalena, antes prefiero llorar que hablar de
ella. ¿Qué pecho habrá, aunque sea de piedra, que no se sienta conmovido para
hacer penitencia ante las lágrimas de esta pecadora? Ella consideró lo que
había hecho, y no quiso aguardar a hacer lo que debía para repararlo. Entró
mientras estaba en el banquete; vino sin ser invitada y en medio del festín
ofreció sus lágrimas. Considera el gran dolor que la consume cuando no se
avergüenza de llorar, aun en medio del convite.
A ésta,
a quien San Lucas llama pecadora, San Juan da el nombre de María, y nosotros
creemos que es aquella María de la cual San Marcos atestigua que fueron echados
siete demonios. ¿Qué se designa por los siete demonios, sino todos los vicios?
Y a la verdad, así como en el espacio de siete días se comprende todo el
tiempo, por el número siete se designa convenientemente la universalidad. De
consiguiente María tuvo siete demonios, por lo mismo que estuvo llena de todos
los vicios.
Mas,
por lo mismo que consideró las manchas y la fealdad de su alma, corrió a ser
lavada en la fuente de la misericordia, no se avergonzó de los convidados. Y
porque en su interior se avergonzaba en gran manera, en nada tuvo la confusión
exterior. ¿De qué nos admiramos más, hermanos, de María que acude al Señor, o
del Señor que la recibe? ¿Diré que la recibe, o que la atrae? Mejor diremos que
la atrae y que la recibe, ya que es el mismo Señor el que la atrajo por su
misericordia interiormente, y el que lleno de mansedumbre la recibió ante los
convidados.