jueves, 17 de marzo de 2016

EL MISMO SEÑOR EL QUE LA ATRAJO POR SU MISERICORDIA INTERIORMENTE, Y EL QUE LLENO DE MANSEDUMBRE LA RECIBIÓ ANTE LOS CONVIDADOS. San Gregorio Magno


Homilía de maitines

JUEVES DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN GREGORIO, PAPA
Homilía 33 sobre los Evangelios
Cuando pienso en la penitencia de María Magdalena, antes prefiero llorar que hablar de ella. ¿Qué pecho habrá, aunque sea de piedra, que no se sienta conmovido para hacer penitencia ante las lágrimas de esta pecadora? Ella consideró lo que había hecho, y no quiso aguardar a hacer lo que debía para repararlo. Entró mientras estaba en el banquete; vino sin ser invitada y en medio del festín ofreció sus lágrimas. Considera el gran dolor que la consume cuando no se avergüenza de llorar, aun en medio del convite.
A ésta, a quien San Lucas llama pecadora, San Juan da el nombre de María, y nosotros creemos que es aquella María de la cual San Marcos atestigua que fueron echados siete demonios. ¿Qué se designa por los siete demonios, sino todos los vicios? Y a la verdad, así como en el espacio de siete días se comprende todo el tiempo, por el número siete se designa convenientemente la universalidad. De consiguiente María tuvo siete demonios, por lo mismo que estuvo llena de todos los vicios.
Mas, por lo mismo que consideró las manchas y la fealdad de su alma, corrió a ser lavada en la fuente de la misericordia, no se avergonzó de los convidados. Y porque en su interior se avergonzaba en gran manera, en nada tuvo la confusión exterior. ¿De qué nos admiramos más, hermanos, de María que acude al Señor, o del Señor que la recibe? ¿Diré que la recibe, o que la atrae? Mejor diremos que la atrae y que la recibe, ya que es el mismo Señor el que la atrajo por su misericordia interiormente, y el que lleno de mansedumbre la recibió ante los convidados.