viernes, 18 de marzo de 2016

TEMIERON PERDER LAS COSAS TEMPORALES, Y NO SE ACORDARON DE LA VIDA ETERNA. San Agustín


Homilía de maitines

VIERNES DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Conmemoración de los siete dolores de Nuestra Señora
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 49 sobre San Juan, hacia el fin
Los pontífices y fariseos se consultaron mutuamente; pero con todo no decían: Creamos. Aquellos hombres malvados, mas pensaban de qué manera harían mal para perder a Jesús, que de qué modo mirarían por sí, a fin de no perecer. Y con todo temían, y tomaban consejo. He ahí lo que decían: ¿Qué hacemos, pues este hombre realiza muchos milagros? Si le dejamos así todos creerán el él; y vendrán los romanos y arruinaran nuestra ciudad y nación. Temieron perder las cosas temporales, y no se acordaron de la vida eterna, y así perdieron ambas cosas.
Así pues, los romanos, después de la pasión y glorificación del Señor, les arrebataron el país y sus moradores, con sus guerras y deportaciones, sobreviniéndoles a ellos lo que en otro lugar ha sido escrito: “Los hijos de este reino serán arrojados a las tinieblas exteriores.” Mas ellos temían que si todos creyesen en Cristo, no quedaría nadie que defendiese la ciudad y templo de Dios contra los romanos, porque había oído que la doctrina de Cristo iba contra el mismo templo y las leyes patrias.
Uno de ellos llamado Caifás, que era pontífice aquel año, les dijo: “Vosotros no entendéis nada de esto, ni reflexionáis que os conviene que muera un hombre por el bien del pueblo, y no que perezca toda la nación. Mas esto no lo dijo de propio impulso, sino que como era sumo pontífice en aquel año, profetizó.” Con esto se nos enseña que también los hombres perversos dotados del espíritu de profecía, predicen las cosas venideras, lo cual, con todo, el Evangelista lo atribuye a un misterio divino, ya que dice que “era pontífice”, esto es, sumo sacerdote.