lunes, 14 de marzo de 2016

NO ATENDÍA A QUE ELLOS LE DABAN MUERTE, SINO A QUE POR ELLOS MORÍA. San Agustín


Homilía de maitines

LUNES DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILÍA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 31 sobre San Juan, hacia el medio
¿Cómo le podrían haber prendido, no queriéndolo él todavía? Siendo así, no pudiéndole prender contra su voluntad, su misión no tuvo otro efecto que convertirles en testigos de sus enseñanzas. ¿Qué es lo que enseñaba? He aquí lo que dijo Jesús: “Aun estoy con vosotros un poco de tiempo. Lo que ahora queréis hacer, lo haréis; pero más tarde, porque ahora no lo quiero”. ¿Y por qué lo consiento, pero no en esta ocasión? Porque aun estaré con vosotros un poco de tiempo, y luego iré a aquel que me envió. Debo cumplir la misión que se me ha confiado, y así llegar a mi pasión.
“Me buscareis y no me hallareis, y en donde estoy yo, vosotros no podéis venir”. Con esto predijo su resurrección. No quisieron reconocerle cuando estaba presente, y después le buscaron, al ver que muchos creían en él. A la verdad que se realizaron grandes milagros en los días de la resurrección del Señor y de su ascensión al cielo. Entonces los discípulos obraron grandes maravillas, pero Cristo las obraba por medio de ellos, así como las había obrado por sí mismo. Pues él había dicho a sus discípulos: “Sin mi nada podéis hacer”. Cuando aquel cojo que estaba sentado a la puerta, se levantó a la voz de Pedro, y anduvo por sus propios pies, de tal suerte que los hombres se admiraban, les habló Pedro diciéndoles que esto no lo había realizado con su poder, sino en virtud de aquel que ellos mismos habían crucificado. Muchos llenos de compunción, dijeron: “¿Qué haremos?”
Sus enemigos se vieron reos de un gran crimen al dar la muerte al mismo que habían de venerar y adorar; les parecía imposible expiar este crimen. A la verdad era un gran pecado, cuya consideración les movía a desesperación; pero no debían desesperar aquellos en favor de los cuales el Señor, pendiente en la cruz, se había dignado orar. Pues había dicho: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”. Entre muchos extraños veía a algunos de los suyos, y pedía perdón para los que le injuriaban. No atendía a que ellos le daban muerte, sino a que por ellos moría.

Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez