domingo, 20 de marzo de 2016

CUANTOS SE HALLAN PLANTADOS EN LA CASA DE DIOS, PUEDAN DECIR VERDADERAMENTE: “YO SOY COMO EL OLIVO FRUCTÍFERO”. San Ambrosio


Homilía de maitines

DOMINGO DE RAMOS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Evangelio de la Bendición

Homilía de san Ambrosio, obispo
Libro 9 sobre san Lucas
Es digno de atención el hecho de subir al templo después de dejar a los judíos, aquel Señor que debía habitar en los corazones de los gentiles. El verdadero templo es aquel en el cual el Señor es adorado, no según la letra, sino en espíritu. El templo de Dios es el que está constituido, no por una construcción de piedras, sino por el encadenamiento de las verdades de la fe. El Señor abandona a los que le odiaban y escoge a los que debían amarle. Y por esto sube al monte de los Olivos, para plantar con su virtud divina estos noveles retoños de olivo que tiene por madre la Jerusalén espiritual. En este monte está él mismo, el celeste agricultor, de tal suerte que cuantos se hallan plantados en la casa de Dios, puedan decir verdaderamente: “Yo soy como el olivo fructífero que está en la casa del Señor.”
Y quizá aquel monte significa el mismo Cristo. ¿Quién sino el el producirá tal abundancia de olivos y no de esos olivos que se doblegan bajo la abundancia de los frutos sino de aquellos que demuestran su fecundidad comunicando a las naciones la gracia del Espíritu Santo? El es también aquel por quien subimos y hacia quien subimos. Es la puerta y el camino; la puerta que se abre y aquel que la abre, la puerta donde llaman los que quieren entrar y el Dios a quien adoran los que han merecido entrar. Estaba, pues, Jesús en un pueblo y había allí un pollino que no podía ser desatado junto a su madre; un pollino que podía ser desatado sino por orden del Señor. Lo desata la mano del apóstol. Tales son los actos, tal la vida, tal la gracia. Sed, pues, vosotros de tal manera que podáis librar a los que están ligados.
Consideremos ahora quien son los que después de haber sido convencidos de pecado fueron arrojados del paraíso y arrojados a un lugar vulgar comparable a ese pueblo. Y ved de qué modo la Vida llama de nuevo a los que la muerte había desterrado. Leemos en san Mateo que el Hijo de Dios envió  a que desatasen el pollino y el asna; como ambos sexos habían sido arrojados del paraíso en la persona de nuestros primeros padres, quiso dar a entender, por el símbolo de estos dos animales, que venía a llamar a ambos sexos. Parece que el asan significa a Eva culpable y el pollino el pueblo gentil en general; por esto se sentó el Salvador sobre el pollino, hijo del asna. Y muy bien se hace notar que sobre el pollino nadie se había aun sentado y esto porque antes de Cristo nadie había llamado los pueblos a la Iglesia. Leemos en efecto, en san Marcos: “Sobre el cual ningún hombre se había aun sentado.”