MARÍA, VIRGEN AGRADECIDA CON LOS ÁNGELES
VIRTUDES DE NUESTRA MADRE
Un
corazón agradecido nace de un corazón humilde que se reconoce indigno de toda
gracia y de todo bien. El soberbio, el egocéntrico, el prepotente no puede ser
agradecido porque vive pensando en que todo el mundo tiene que rendirse ante
él, darle gloria y alabanza… El humilde en cambio siempre agradece, siempre
sonríe.
María
Santísima es Virgen agradecida: cuánto más Dios le concedía más ella se
humillaba y agradecía: Magnificat anima mea Dominum.
Su
agradecimiento no era solo hacia Dios, sino también hacia aquellos que son sus
servidores: los santos ángeles.
¿Cómo
sería la relación de Nuestra Señora con su ángel de la guarda? La historia de
los santos nos refieren como muchos de ellos tenía una relación tan cotidiana y
habitual con él que dios les concedía gozar de su presencia sensible y poder verlos
a su lado. Un ejemplo reciente es el mismo Padre Pío que desde niño gozaba de
sus visiones, sentía su presencia física, recibía de él mensajes y consejos.
Incluso, el Padre Pio trataba con los ángeles custodios de otras personas.
Estas
son algunas de sus palabras sobre ellos:
“Tenle
gran devoción a este Ángel Bienhechor. ¡Qué consolador es el pensamiento de que
junto a nosotros hay un espíritu que desde la cuna hasta la tumba, no nos deja
ni un instante ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar!
“Este
espíritu celeste nos guía y nos protege como un amigo o un hermano. Es también
consolador saber que este ángel reza incesantemente por nosotros, ofrece a Dios
todas las buenas acciones y obras que hacemos; y nuestros pensamientos y
deseos, si son puros.
Hay
un principio en la mariología y es que toda gracia que un santo haya recibido,
la Virgen María la recibió en su más alto grado. ¿Cómo sería entonces su trato
con el santo ángel custodio viendo este ejemplo del Padre Pío? ¿Qué consuelos,
que inspiraciones, que amor y cuidado recibiría la Virgen de su ángel custodio?
Y, ¿cómo ella agradecería a tal fiel amigo sus servicios y atenciones? Ella,
Reina de los ángeles, coronada sobre todas las realidades de la tierra y del
cielo, agradeciendo humildemente a su mismo custodio.
Solamente
esto nos hace caer en la cuenta de nuestro descuido y desagradecimiento hacia
nuestro ángel custodio, que desde siempre está a nuestro lado y que nosotros
tantas veces ignoramos y desperdiciamos su ayuda… O, lo que sería terrible, dudamos
de su existencia.
“Por
caridad, -dice el Padre Pío, pero podemos ponerlo en boca de nuestra Señora -no
te olvides de este compañero invisible, siempre presente y siempre pronto a
escucharnos y más todavía para consolarnos. ¡Oh, feliz compañía, si supiésemos
comprenderla!”. “Invoca
a tu Ángel de la guarda, que te
iluminará y te conducirá por el camino verdadero a Dios. Es Dios el que te lo
ha puesto, cercano está de ti; por tanto debes valerte de él”.
La
Santísima Virgen agradecida a su ángel custodio pero también a todos los
ángeles que Dios envió durante su vida desde el árcangel san Gabriel que le
llevó el mensaje más grande que el mundo podría escuchar hasta los ángeles en
la noche de Belén y durante toda su vida en la tierra. Agradecimiento de Nuestra Señora también ahora en el cielo,
gozosa y llena de felicidad, servida y bendecida por los ángeles de su Hijo… Y
ella, agradece, regala gracia y dones, se da del todo, entrega su amor de madre…
Por eso, como los mismo ángeles, veneremos, amemos y sirvamos a María pues a
ella Virgen agradecida nadie le gana en generosidad; pues como dice San Luis
María Grignon de Montfort a los que quieren ser verdaderos devotos de María que:
“Cuando del todo nos hayamos dado a Ella, en cuanto darnos podamos,
despojándonos en su honor de todo, Ella, infinitamente más generosa, se
comunicará del todo a nosotros, con sus méritos y virtudes; Ella colocará
nuestros presentes en la bandeja de oro de su caridad; Ella, como Rebeca a
Jacob, nos revestirá de los hermosos vestidos de su primogénito y unigénito
Jesucristo, es decir, de sus méritos, que a la disposición de Ella están; y
así, como esclavos y domésticos suyos, después de habernos despojado de todo
para honrarla, tendremos dobles vestidos (omnes domestici ejus vestiti sunt
duplicibus); trajes, galas, perfumes, méritos y virtudes de Jesús y de María,
en el alma del esclavo de Jesús y de María, despojado de sí mismo y fiel en
vivir su consagración.