martes, 8 de marzo de 2016

EL MISMO CRISTO ES LA DOCTRINA DEL PADRE. San Agustín


Homilía de maitines

MARTES DE LA IVSEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 29 sobre San Juan, después del principio.
Aquel que se había ocultado, enseñaba y hablaba manifiestamente, y no era detenido. Se había ocultado para darnos ejemplo, y no permitía que le prendiesen, para demostrar su poder. Cuando enseñaba se “admiraban los Judíos”. Según creo todos se admiraban, mas no todos se convertían. ¿De dónde provenía la admiración? De que muchos sabían en donde había nacido, en donde había sido educado. Jamás le habían visto estudiar, y con todo le oían tratar de la ley, citar sus sentencias, las cuales nadie podía citar a no haberlas leído, ni nadie las podía leer a no haber estudiado, y por eso se admiraban. Esta admiración dio motivo al Divino Maestro para inculcarles profundamente la verdad.
Con motivo de su admiración y de sus palabras, profirió el Señor unas sentencias muy profundas y dignas de ser consideradas y meditadas con toda atención. ¿Qué les contestó el Señor al ver su admiración, porque sabía lo que no había aprendido?. “Mi doctrina, dijo, no es mía, sino de aquel que me ha enviado”. Esta es la primera profundidad; ya que parece que estas pocas palabras encierran una contradicción. No dijo, en efecto: “Esta doctrina no es mía”, sino “Mi doctrina no es mía”. Si es tuya, ¿Cómo no es tuya? Pues tú sostienes ambas cosas; la doctrina es mía y no es mía.
Mas si nos fijamos con atención en lo que el mismo santo Evangelista dice: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y Dios era el Verbo”; encontramos en ellas la solución de lo propuesto. ¿Cuál es la doctrina del Padre, sino el Verbo del Padre? El mismo Cristo, de consiguiente, es la doctrina del Padre, si es el Verbo del Padre. Mas como es imposible que el Verbo no sea de nadie, sino que debe ser de alguien, ha podido decir, por una parte, que el mismo era su propia doctrina y por otra que esta no era suya, porque es Verbo del Padre. Pues ¿hay nada que sea tan tuyo como tú mismo? ¿Y hay nada que sea menos tuyo que tú mismo, si lo que eres pertenece a otro?
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez