jueves, 10 de marzo de 2016

DEL SEPULCRO TE LIBRA CRISTO. San Ambrosio


Homilía de maitines

JUEVES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Libro 5 de los comentarios sobre el cap. 7 de San Lucas, después del principio
Este pasaje evangélico se refiere a una doble gracia. Tiene primeramente por objeto manifestarnos cuan prestamente la misericordia divina se deja conmover por los lamentos de una madre viuda, y especialmente por una madre agobiada por la enfermedad o la muerte de su hijo único, de una viuda, en fin, cuyo decoro y cuyos méritos se manifiestan en la multitud que la acompaña en las exequias. Por otra parte, en esta viuda, más que una simple mujer rodeada de una gran multitud de pueblo, que mereció por sus lágrimas la resurrección de aquel joven, único hijo suyo, nos muestra la imagen de la Iglesia, que, en atención a sus lágrimas, consigue llamar del seno de las pompas fúnebres o de las profundidades del sepulcro, para restituirlo a la vida, a un joven pueblo, por quien no le es lícito llorar, por haberle sido prometida su resurrección.
Este difunto era llevado al sepulcro en un féretro por los cuatro elementos materiales; pero esperaba la resurrección porque lo llevaban en un féretro de madera. Si bien es cierto que ésta no hubiera sido antes de ninguna utilidad, después que estuvo en contacto con Jesús empezó a sernos útil para la vida. Con esto se mostraba que el pueblo había de recibir la salud mediante el patíbulo de la cruz. Aquellos severos conductores de difuntos, que impulsaban el cuerpo humano a su disolución de acuerdo con el curso mortal de la naturaleza de la materia, habiendo oído la palabra de Dios, se detuvieron. Y nosotros ¿no yacemos inanimados en el féretro mortuorio, es decir sobre el instrumento de las postreras pompas fúnebres cuando nos abrasa el fuego de la inmoderada concupiscencia, o se apodera de nosotros el frio de la indiferencia, o el vigor del alma es oprimido por el peso de este cuerpo terrestre y perezoso? He aquí los portadores que nos llevan a la tumba.
Mas, aunque los últimos obsequios tributados a un muerto hayan privado de toda esperanza de vida, y los cuerpos de los difuntos se hallen ya cerca del sepulcro, con todo, a la palabra de Dios, los cadáveres vuelven a la vida. Recobran la voz; un hijo es devuelto a su madre; se levanta del féretro y es arrebatado al sepulcro. ¿Cuál es este féretro sino tus malas costumbres? Tu féretro es tu perfidia; tu féretro es tu boca: “Sepulcro abierto es la boca” de aquellos que profieren palabras de muerte. De este sepulcro te libra Cristo; de este sepulcro saldrás si escuchas la palabra de Dios. Y si el pecado es tan grave, que tú mismo no lo puedes lavar con las lágrimas de la penitencia, llore por ti tu madre la Iglesia, ella, que interviene en favor de cada uno de sus hijos como la madre viuda en favor de su hijo único.
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez