Homilía de maitines
JUEVES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Libro 5 de los comentarios sobre el cap.
7 de San Lucas, después del principio
Este
pasaje evangélico se refiere a una doble gracia. Tiene primeramente por objeto
manifestarnos cuan prestamente la misericordia divina se deja conmover por los
lamentos de una madre viuda, y especialmente por una madre agobiada por la
enfermedad o la muerte de su hijo único, de una viuda, en fin, cuyo decoro y
cuyos méritos se manifiestan en la multitud que la acompaña en las exequias.
Por otra parte, en esta viuda, más que una simple mujer rodeada de una gran
multitud de pueblo, que mereció por sus lágrimas la resurrección de aquel
joven, único hijo suyo, nos muestra la imagen de la Iglesia, que, en atención a
sus lágrimas, consigue llamar del seno de las pompas fúnebres o de las
profundidades del sepulcro, para restituirlo a la vida, a un joven pueblo, por
quien no le es lícito llorar, por haberle sido prometida su resurrección.
Este
difunto era llevado al sepulcro en un féretro por los cuatro elementos
materiales; pero esperaba la resurrección porque lo llevaban en un féretro de madera.
Si bien es cierto que ésta no hubiera sido antes de ninguna utilidad, después
que estuvo en contacto con Jesús empezó a sernos útil para la vida. Con esto se
mostraba que el pueblo había de recibir la salud mediante el patíbulo de la
cruz. Aquellos severos conductores de difuntos, que impulsaban el cuerpo humano
a su disolución de acuerdo con el curso mortal de la naturaleza de la materia,
habiendo oído la palabra de Dios, se detuvieron. Y nosotros ¿no yacemos
inanimados en el féretro mortuorio, es decir sobre el instrumento de las
postreras pompas fúnebres cuando nos abrasa el fuego de la inmoderada
concupiscencia, o se apodera de nosotros el frio de la indiferencia, o el vigor
del alma es oprimido por el peso de este cuerpo terrestre y perezoso? He aquí
los portadores que nos llevan a la tumba.
Mas,
aunque los últimos obsequios tributados a un muerto hayan privado de toda
esperanza de vida, y los cuerpos de los difuntos se hallen ya cerca del
sepulcro, con todo, a la palabra de Dios, los cadáveres vuelven a la vida.
Recobran la voz; un hijo es devuelto a su madre; se levanta del féretro y es
arrebatado al sepulcro. ¿Cuál es este féretro sino tus malas costumbres? Tu
féretro es tu perfidia; tu féretro es tu boca: “Sepulcro abierto es la boca” de
aquellos que profieren palabras de muerte. De este sepulcro te libra Cristo; de
este sepulcro saldrás si escuchas la palabra de Dios. Y si el pecado es tan
grave, que tú mismo no lo puedes lavar con las lágrimas de la penitencia, llore
por ti tu madre la Iglesia, ella, que interviene en favor de cada uno de sus
hijos como la madre viuda en favor de su hijo único.
Transcripto por gentileza
de Dña. Ana María Galvez