VERDAD: SIEMPRE ANTIGUA, SIEMPRE NUEVA
Reflexión
diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (nn. 83-86)
La enseñanza social de la Iglesia va dirigida en
primer lugar a los creyentes buscando interpelar la conciencia con las verdades
que brotan de la revelación para que asuman según su vocación y estado de vida
los deberes de la justicia y de la caridad. Particularmente, la enseñanza
social debe ser acogida y asumida por el pueblo de Dios –los laicos- que
desarrollan su vida en el mundo y participan de su funcionamiento y organización
de una forma más activa. Inmersos en las realidades temporales, los laicos han
de ser sal y luz en las diferentes esferas de la sociedad viviendo y trabajando
para aplicar la ley del evangelio que es ley de justicia y amor.
Pero la enseñanza moral de la Iglesia tiene una
vocación universal pues se dirige a todos los hombre y mujeres que quieran
aceptarla ofreciéndole el mejor de los modos de realizar su felicidad y su
mismo ser.
El desafío por parte de la Iglesia es saber hacer
atractivo y presentar la bondad, la belleza y la altura de su enseñanza, en un
mundo donde los se han invertidos los valores.
En una sociedad del progreso y del cambio constante,
la doctrina social de la Iglesia tiene una enseñanza perenne que brota de la
misma Verdad de la Revelación y que no cambia: el hombre en su ser es el mismo
hoy que hace 1000 años… y es a este hombre al que la Iglesia tiene que llevar a
Dios. Por otro lado, la Iglesia debe responder con su enseñanza a los problemas
y desafíos que caracterizan cada época histórica dando respuestas a los
problemas de hoy. Este dar respuesta es la acción misericordiosa de la Madre
Iglesia que como Cristo, Buen Pastor, busca al hombre herido, dañado, en
peligro para llevarlo hacia las fuentes de agua viva.