Homilía de maitines
LUNES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 10 sobre San Juan, después del
principio
¿Qué
acabamos de oír, hermanos? He aquí que aquel templo era tan solo figura, y de
él echo el Señor a todos los que buscaban sus intereses, a los que querían
negociar. Y, ¿qué cosas vendían en él? Las que necesitaban para los sacrificios
de aquel tiempo. Conocéis bien vosotros que a aquel pueblo carnal y de corazón
duro le fueron prescritos tales sacrificios que le impidiesen inmolar a los
ídolos, y por eso inmolaban allí bueyes, ovejas y palomas. Lo sabéis por haberlo
leído.
Parece,
pues, que no era gran pecado vender en el templo aquello que se adquiría para
ofrecerlo allí, y con todo, el Señor los echó fuera. ¿Qué hubiera hecho si
hubiese encontrado allí hombres sumidos en la embriaguez, aquel Señor que
arrojó a los que vendían cosas lícitas, y que no vulneraban la justicia (pues
lo que honestamente se puede comprar no es ilícito venderlo), y con todo los
echó, no tolerando que la casa de oración se convirtiera en casa de negocio?
Si la
casa de Dios no debe convertirse en casa de negocio, ¿deberá convertirse en
casa de bebida? Al oír semejantes palabras los culpables se enfurecen contra
nosotros; más nos consuelan las palabras del Salmo: “Rechinaron contra mí sus
dientes”. Sabemos escuchar las palabras que pueden curarnos, por más que sus
latigazos caigan a golpes redoblados sobre Jesucristo, puesto que es maltratada
su misma palabra: “Descargaron sobre mí sus azotes a porfía, sin saber por qué
causa”. Cristo fue azotado por los azotes de los judíos; y ahora es azotado por
las blasfemias de los falsos cristianos. Multiplican los azotes contra su Dios
y Señor, y lo ignoran. En cuanto a nosotros, procuremos con la ayuda de su
gracia, hacer lo que nos indica el mismo Salmo: “Mas yo cuando ellos me
atormentaban, vestía cilicio, y con el ayuno humillaba mi alma”.
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez