sábado, 5 de marzo de 2016

LA SANTIDAD DEL CORAZÓN DE MARÍA EL CORAZÓN DE NUESTRA MADRE (2)


LA SANTIDAD DEL CORAZÓN DE MARÍA
EL CORAZÓN DE NUESTRA MADRE (2)
Como fruto de la unión que existe entre el Corazón de María y el Corazón de Jesús, una unión física durante los meses de gestación y una unión de sentimiento, de afecto y de voluntad que nunca se ha roto, brota la santidad del Corazón de María: no ha habido ni hay ni habrá un corazón en el mundo donde haya tal santidad.
“Solo Dios es santo” y al decir esto, decimos que en Dios están de modo infinito todas las perfecciones, bondades, atributos y virtudes; y nada hay malo ni defectuoso ni imperfecto en él: infinitamente sabio, omnipotente, justo, perfecto e inmenso, eterno e inmutable, infinitamente bueno y misericordioso.
Esa santidad de Dios es el mismo misterio de su ser que se nos manifiesta en sus obras, desde la creación del mundo. Al crear al hombre “a su imagen y semejanza”, Dios “lo corona de gloria” –le comunica su propia santidad-. Pero al pecar, el hombre queda “privado de la Gloria y de la Santidad de Dios.”
La obra de la redención consiste en devolvernos esa participación en la santidad divina, en la vida de Dios mediante la unión con Jesucristo. ¿Cómo alcanzar esta unión? Viviendo la misma vida de Cristo en nosotros que se nos da por los sacramentos, reproduciendo sus mismos ejemplos, cumpliendo sus enseñanzas… Unión con Jesucristo en afectos, sentimientos y voluntad.
Ninguna otra criatura iguala a la Virgen María en este grado de unión con su Hijo y, por tanto, ninguna otra criatura la iguala a ella en santidad de vida: “Dichoso –Bienaventudos –Santos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”.
De Maria nunquam satis”, dijo san Bernardo – de la Virgen María, nunca diremos suficiente. Ni todos los santos juntos igualan a la santidad de María. Su santidad es única e irrepetible, pues preservada del pecado original, ella es “llena de gracia” y en ella no hay resquicio de mal, ni de imperfección ni de defecto: “Tota pulchra es Maria.”
El Inmaculado Corazón de María es totalmente santo a imagen y semejanza de Dios, tres veces santo. Ella tiene toda la santidad de Dios que en una criatura puede darse. Con razón el Papa Pio XII invitaba a los fieles ante la dignidad singular, sublime y más aún casi divina de la Madre de Dios: “Gloríense, por lo tanto, todos los cristianos de estar sometidos al imperio de la Virgen Madre de Dios, la cual, a la par que goza de regio poder, arde en amor maternal.”   
Al contemplar la santidad de ese Corazón ha de brotar en nosotros:
1. El agradecimiento a Dios por haber creado así a su Madre a la que nos dio como Madre nuestra y que en su corazón santísimo nos tiene como a hijos suyos encontrando siempre amor, ayuda, consuelo, fortaleza, compasión.
2. El gran respeto, veneración y amor que hemos de tener al Corazón de María; así como la compasión hacia Ella por aquellos que desprecian, ultrajan y blasfeman a la Santísima Virgen María, que al ultrajarla a ella hieren también el Corazón de Hijo, ofenden a Dios mismo, tres veces santo.
3. Un deseo verdadero de santidad. El verdadero devoto de María quiere ser santo imitándola a ella en todo. “Corazón de Jesús y Corazón de María, haced mi corazón semejante al vuestro” ha de ser nuestra aspiración, nuestra oración, nuestra firme voluntad.
En esta Cuaresma, volvemos a oír la voz de Dios que nos dice: “Sed santos, porque yo vuestro Dios soy santo”. Pidamos a la Virgen Santísima la conversión del corazón: para que desde hoy en adelante nada tengamos que ver con el mal y el pecado, y seamos viva imagen, reproducción perfecta, de su Corazón Inmaculado.