DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA
Dom Gueranger
LLAMAMIENTO A LAS NACIONES Y LLAMAMIENTO DIRIGIDO A CADA UNO DE NOSOTROS.
Dom Gueranger
Importa mucho comprender bien este paso del Evangelio y ponderar los motivos que decidieron a la Iglesia a colocarle en este día. Fijémonos, por de pronto, en las circunstancias en que el Salvador pronunció esta parábola y el fin instructivo que directamente se propone. Se trata de advertir a los judíos que se acerca el día en que desaparecerá la ley, para dar lugar a la ley cristiana, y disponerlos a aceptar de buen grado la idea de que los gentiles van a ser llamados a hacer alianza con Dios. La viña de que se trata es la Iglesia en sus diversos esbozos desde el principio del mundo hasta que Dios mismo vino a habitar entre los hombres, y crear en forma visible y permanente la sociedad de los que en El creen. La mañana del mundo duró desde Adán hasta Noé; la hora tercia se extendió desde Noé hasta Abrahán; la sexta empieza en Abrahán hasta Moisés; la nona fue la era de los profetas hasta la venida del Señor. Vino el Mesías a la hora undécima cuando parecía llegar el mundo a su ocaso. Las más estupendas misericordias se reservaron a este período durante el cual la salvación había de extenderse a los gentiles por la predicación de los Apóstoles. En este postrer misterio Jesucristo se propone confundir el orgullo judaico. Nota las repugnancias que fariseos y doctores de la ley mostraban viendo se extendía la adopción a las naciones, por las querellas egoístas que dirigen al padre de familias los obreros convocados a primera hora. Esta obstinación será sancionada como merece. Israel que trabajaba antes que nosotros será rechazado por la dureza de su corazón; y nosotros, gentiles, éramos los últimos y llegamos a ser los primeros, siendo hechos miembros de la Iglesia católica, Esposa del Hijo de Dios.
Tal es la interpretación dada a esta parábola por los Santos Padres, señaladamente por S. Agustín y S. Gregorio Magno; pero esta instrucción del Salvador ofrece además otro sentido avalado también por la autoridad de estos dos santos Doctores, Se trata aquí del llamamiento que Dios dirige a cada hombre, invitándole a merecer el reino eterno por los trabajos de esta vida. La madrugada es nuestra infancia. La hora tercia, conforme al modo de contar de los antiguos es aquella en la que el sol empieza a remontarse en el cielo; es la edad de la juventud. La hora sexta, mediodía, es la edad del hombre. La hora undécima precede muy poco a la puesta del sol; es la vejez. El padre de familias llama a sus obreros en estas diversas horas; a ellos les toca acudir en cuanto oyen su voz; y no es lícito a las primeras llamadas retrasar su salida a la viña so pretexto de acudir más tarde cuando vuelva a oírse la voz del Amo. ¿Quién les garantiza se prolongará su vida hasta la undécima hora? Y cuando llega la tercia, puede uno siquiera contar con la de sexta? No llamará el Señor al trabajo de las últimas horas más que a quienes en este mundo vivan cuando estas horas suenen; y no se ha comprometido a reiterar nueva invitación a los que desdeñaron la primera.