LA LIMOSNA.
Dom Gueranger
Viernes después de ceniza
Hermana de la oración y del ayuno es la limosna, tercera de las obras fundamentales de penitencia cristiana. La Iglesia nos propone hoy las enseñanzas del Salvador sobre el modo de llevar a cabo las obras de misericordia. Jesucristo nos manda amar a nuestros semejantes, sin distinción de amigos y enemigos. Dios les ha creado a todos, a todos ama; ser misericordioso para con todos nos obliga por tanto a nosotros. Si viven de continuo en el mal se digna soportarlos y aguarda su vuelta hasta el fin de sus días; ni uno solo se pierde si no es por su propia culpa. ¿Cuál ha de ser nuestra actitud para con ellos? Somos pecadores y ellos nuestros hermanos, sacados, como nosotros, de la nada. Es pues honra para Dios le sirvamos, le asistamos, en los hombres de quien es Padre. La Caridad, reina de las virtudes, encierra en sí el amor al prójimo, como secuela necesaria del amor a Dios mismo. Es deber sagrado para los miembros de la gran familia humana; pero es, así-mismo, a los ojos de Dios, en los actos que la caridad inspira, una obra de penitencia, teniendo en cuenta las privaciones que impone y repugnancias que supera al llevarla a cabo. Notemos, también, cómo reitera el Señor respecto a la limosna, el consejo que nos da sobre el ayuno: Hemos de evitar todo aparato y ostentación. La penitencia es humilde y callada, no desea las miradas de los hombres; búscale como testigo, el ojo que escudriña en el secreto.