miércoles, 15 de febrero de 2023

JESÚS, TUE ERES EL AMIGO ÚNICO. Oraciones de san Claudio de la Colombiére

 

Jesús, amigo único

Esta oración está sacada de la 39ª de las "Reflexiones cristianas" (O.C. V, pág. 39); a propósito de S. Juan Evangelista, nos propone que recemos a Jesús, único. y verdadero Amigo.

Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero; no sólo compartes cada uno de mis padecimientos, sino que lo tomas sobre Ti y conoces el secreto de transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y, cuando te cuento mis amarguras, me las suavizas.

Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y, si me veo obligado a cambiar de residencia, te encuentro allí donde voy. Nunca te hartas de escucharme;, jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy seguro de ser correspondido; no tienes necesidad de lo mío ni te empobreces al otorgarme tus dones. No obstante que soy un hombre pobre, nadie (sea noble, inteligente o santo) podrá robarme tu amistad. La misma muerte que separa a los amigos todos, me reunirá contigo.

Ninguna de las adversidades de la edad o del azar lograrán jamás alejarme de ti; más bien, por el contrario, nunca gozaré con tanta plenitud de tu presencia ni jamás me estarás tan cercano, cuanto en el momento en que todo parecerá conspirar contra mi.

Sólo Tú aciertas a soportar mis defectos con extremada paciencia. Incluso mis infidelidades e ingratitudes, aunque te ofenden, no te impiden estar siempre dispuesto a concederme tu gracia y tu amor, si yo las deseo.

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Jesús, mi fuerza

El octavo día de los Ejercicios Espirituales hechos en Londres en 1677, escribe que ha descubierto un gran tesoro: una confianza ilimitada en Dios; y termina con esta oración (O.C. VI, pág. 113).

Sí, Dios mío, Tú serás mi fuerza, mi guía, mi director, mi consejero, mi paciencia, mi ciencia, mi paz, mi justicia, mi prudencia.

A Ti acudiré en las tentaciones, arideces, contrariedades y temores. No quiero temer nada en adelante, ni los engaños y ardides del demonio, ni mi debilidad, porque serás Tú mi fuerza en las pruebas; y me prometes serlo en proporción a mi confianza. Pero lo maravilloso es que cuando me pones en esta situación, al mismo tiempo me otorgas la misma confianza. Seas eternamente alabado y amado por todas las cosas creadas, ¡Oh amable Señor!

¿Qué sería de mí si Tú no fueses mi fuerza? Y si, como me lo aseguras, lo eres ¿ qué no podré hacer con ella por tu gloria? "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Fil 4,13).

Estás siempre en mí y yo en Ti; por tanto, me encuentre donde me encuentre, sea cual fuere el peligro que me acecha, poseo siempre conmigo mi fuerza.

Esta certeza me basta para disipar en un momento mis angustias, y hacer frente a ciertos sobresaltos de la naturaleza que, a veces, se despierta con tanto ardor que no puedo menos de temer por mi perseverancia y asustarme ante la perfección a que Tú, Señor me has llamado.

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Seguiré esperando en Ti

Aunque resulte sorprendente, esta oración está contenida en la Carta 96 (O.C. VI, pág. 542) a su hermana que acaso desconfiaba de la misericordia del Señor.

Señor, ante Ti tienes a un alma que se halla en este mundo para experimentar tu maravillosa misericordia y mostrarla resplandeciente ante el cielo y la tierra.

Te den gloria también los otros demostrando con su fidelidad y su constancia cuan potente es tu gracia y cuan afable y generoso eres con quienes te son fieles; en cuanto a mí, te daré gloria dando a conocer a todos lo bueno que eres con los pecadores.

Diré a todos que tu misericordia está muy por encima de cualquier malicia humana y que ninguna maldad tendrá poder de cansarla; que ninguna recaída, por vergonzosa y grave que sea, deberá llevar al pecador a desesperar de tu perdón.

SI, amoroso Redentor, te he ofendido gravemente, pero te ultrajaría todavía más si pensara que no eres tan bueno como para concederme el perdón. '

Tu enemigo y enemigo mío cada día me tiende nuevos lazos; podrá llevarme a perderlo todo, pero no la esperanza en tu misericordia. Aunque recayera cien veces y mis culpas fuesen cien veces más terribles de lo que son, seguiría esperando en Ti.

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Hágase tu voluntad

La santidad consiste en adecuarse a la voluntad del Señor, escribe en otro lugar. (Reflexiones cristianas O.C. V, p. 4 01); al final de la disertación sobre este tema, invita a sus oyentes a besar las manos de Jesús crucificado y meditar en las palabras que El dirigió al Padre en su agonía cruel en el huerto de los Olivos: "No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,42).

Señor, hágase tu voluntad, no la mía. Debo alabarte y darte gracias porque se cumplen en mí tus designios.

Aunque estuviera en mi poder resistirme a tus decisiones, sin embargo no rechazaría someterme a ellas_ "No como yo quiero, sino como quieras tú" (Mt 26,39).

Acepto de buen grado esta adversidad en sí misma y en todas sus circunstancias. Así que no me lamento del mal que habré de soportar ni de las personas que lo causan, ni del modo en que me ha llegado, ni de la coyuntura de tiempo y lugar en que me ha sobrevenido.

Porque estoy convencido de que Tú has querido estas circunstancias y prefiero morir antes que oponerme en nada a tu querer.

SÍ, Dios mío, hágase tu voluntad en mí y en todos los hombres, hoy y en todo momento, en el cielo y en la tierra. Cúmplase en la tierra como en el cielo. Amén.