Capítulo 25.2
PERMANENTE REFORMA
DE TODA NUESTRA VIDA. Segunda parte
CONSEJOS ÚTILES PARA LA VIDA ESPIRITUAL
Libro primero De la imitación de Cristo
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y hagamos un acto de fe, esperanza y caridad:
ACTO DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD
Creo en Dios Padre; Creo en Dios Hijo; Creo en Dios Espíritu Santo; Creo en la Santísima Trinidad; Creo en mi Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
Espero en Dios Padre; Espero en Dios Hijo; Espero en Dios Espíritu Santo; Espero en la Santísima Trinidad; Espero en mi Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
Amo a Dios Padre; Amo a Dios Hijo; Amo a Dios Espíritu Santo; Amo a la Santísima Trinidad; Amo a mi Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Amo a María santísima, madre de Dios y madre nuestra y amo a mi prójimo como a mí mismo.
Amo a San José, a los ángeles y a mis hermanos los santos, particularmente a mis santos patrones y protectores. Amo a los que me aman, mis familiares y amigos, amo a los que me odian y a los que les soy molesto o indiferente. Amo a los que he hecho mal o he inducido a pecar. Pido para ellos y para mí, las gracias necesarias para la salvación. Amén.
Capítulo 25
PERMANENTE REFORMA
DE TODA NUESTRA VIDA. Segunda parte
7. El ferviente religioso sabe recibir bien y aceptar todo lo que le mandan. El negligente y tibio tiene una aflicción sobre otra y de todas partes padece angustias porque carece de las alegrías interiores y le está prohibido buscar las exteriores. El religioso que vive fuera de la disciplina está cerca de caer gravemente. Quien busca la relajación y las dispensas siempre estará entre angustias porque lo uno o lo otro le descontentará.
8. ¿Cómo hacen tantos otros religiosos que se encuentran muy satisfechos bajo la disciplina conventual? Salen rara vez, viven abstraídos, comen pobremente, se visten con sencillez, trabajan mucho, hablan poco, pasan la noche en vela, madrugan, tienen largas horas de oración, estudian frecuentemente y se mantienen en perfecto orden. Fíjate en los cartujos, los cisterciences y en los monjes o monjas de las diversas órdenes religiosas, cómo cada noche se levantan para recitar salmos al Señor. Y por eso sería una torpeza de tu parte, que holgazanearas en tiempo tan santo mientras tan gran multitud de religiosos inicia su jubilosa alabanza a Dios. ¡Ojalá ninguna otra cosa nos correspondiese sino alabar a Dios Nuestro Señor con todo el corazón y los labios!. ¡Ojalá nunca tuvieras necesidad de comer, ni beber, ni dormir, sino que siempre te fuera posible alabar a Dios y estar libre para dedicarte solamente a las realidades espirituales!. Entonces serías mucho más feliz que ahora que te ves obligado a atender a tu naturaleza humana por cualquier necesidad. ¡Ojalá no tuvieras estas necesidades sino únicamente alimentos para el espíritu que desgraciadamente rara vez saboreamos lo suficiente!
9. Cuando alguien llega a este punto, de no buscar su satisfacción en ninguna criatura, entonces empieza recién a sentir a Dios perfectamente, y a estar contento de cualquier cosa que suceda. Entonces no se entusiasma por lo grandioso ni se deprime por lo pequeño, sino que íntegra y confiadamente se pone en manos de Dios, quien es todo para él en todas las cosas, para el que nada se pierde ni muere, sino que todo vive en Él y le sirve al instante según su Voluntad.
10. Acuérdate siempre del Fin, porque el tiempo perdido no vuelve. Sin atención y diligencia nunca adquirirás las virtudes. Si empiezas a entibiarte, empiezas tu mal proceder. En cambio, si te entregas con calor al servicio de Dios, encontrarás gran paz y sentirás menos el esfuerzo por el favor de Dios y el amor a la virtud. La persona ardorosa y diligente está preparada para todo. Mayor esfuerzo hace falta para resistir los vicios y pasiones adversas que para desarrollar el trabajo físico. Quien no evita los defectos pequeños, poco a poco caerá en los grandes. Te alegrarás siempre al anochecer, si has empleado el día provechosamente. Vigílate tú mismo, anímate tú mismo, corrígete tú mismo, y hagan lo que hagan los demás, no te descuides de ti mismo. Tanto progresarás, cuanto contigo mismo ejercites tu energía. Así es.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración recitando las preces de las letanías del santo nombre de Jesús.
PRECES DE LAS LETANÍAS
DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS
Jesús, óyenos. Jesús, óyenos
Jesús, escúchanos. Jesús, escúchanos
Sednos propicio, perdónanos, Jesús
Sednos propicio, escúchanos, Jesús
De todo mal, líbranos, Jesús
De todo pecado, líbranos, Jesús
De tu ira, líbranos, Jesús
De las asechanzas del demonio, líbranos, Jesús
Del espíritu impuro, líbranos, Jesús
De la muerte eterna, líbranos, Jesús
Del menosprecio de tus inspiraciones, líbranos, Jesús
Por el misterio de tu santa encarnación, líbranos, Jesús
Por tu natividad, líbranos, Jesús
Por tu infancia, líbranos, Jesús
Por tu divinísima vida, líbranos, Jesús
Por tus trabajos, líbranos, Jesús
Por tu agonía y pasión, líbranos, Jesús
Por tu cruz y desamparo, líbranos, Jesús
Por tus sufrimientos, líbranos, Jesús
Por tu muerte y sepultura, líbranos, Jesús
Por tu resurrección, líbranos, Jesús
Por tu ascensión, líbranos, Jesús
Por tu institución de la santísima eucaristía, líbranos, Jesús
Por tus gozos, líbranos, Jesús
Por tu gloria, líbranos, Jesús
Oremos:
Señor nuestro Jesucristo, que dijiste: pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; te suplicamos nosotros que pedimos la ternura de tu divino amor, que, amándote de palabra, de obra y de todo corazón, nunca dejemos de bendecir tu santo nombre.
Haz, Señor, que reine siempre en nosotros un temor respetuoso y un amor ardiente a tu santo nombre; ya que tu providencia no abandona jamás a los que has establecido en la solidez de tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.