VIDA DE DETALLES
VIRTUDES DE NUESTRA MADRE
La
beata María de la Pasión Chapotín, religiosa italiana fundadora de las Hermanas
Franciscanas Misioneras de María, decía a sus hijas: “Con toda probabilidad, no
seremos proclamadas bienaventuradas en los altares, pero si somos fieles,
seremos proclamadas bienaventuradas en el cielo, y esto nos basta. Tratemos de
merecer esta hora de delicias eterna.”
Ser
fiel es lo que Dios espera de nosotros, porque la fidelidad es la virtud de la
relación de amistad y amor entre dos personas. El Señor es fiel a nosotros,
porque no puede negarse a sí mismo: su amor y predilección por nosotros no
cambia porque nos ama eternamente. En nuestra respuesta a su amor, nosotros
hemos de entregarnos en la fidelidad. Ver nuestra relación con Dios como una
relación de amor esponsal puede ayudarnos mucho a crecer en la santidad.
Hemos
de ser fieles como la Virgen, Nuestra Señora a las divinas inspiraciones por
las que Dios nos llama cada día a una entrega más esmerada y viva. Hemos de ser
fieles como la Virgen Santísima en las pequeñas cosas de cada día, en las
obligaciones cotidianas…
La
fidelidad en lo ordinario exige al mismo tiempo el detalle como expresión del
amor actuante que hace que la misma cosa de cada día sea nueva…
Puede
surgirnos la tentación de hacer todo, de cumplir con todas nuestras obligaciones…
pero hacerlo sin ganas, sin entusiasmo, sin amor, ya que no nos queda más
remedio… y no queremos quedar mal… Así, la vida cotidiana se hace una carga
pesada y muy difícil que parece que nos ahoga. Además, lo más importante,
perdemos la ocasión de que nos sirva para SER SANTOS.
Nuestra
vida normalmente marcada por la repetición de las mismas cosas cada día y de
las mismas obligaciones, sin grandes cambios, debe ser innovada por el amor… Porque
es el amor el que tiene la capacidad de hacer todas las cosas nuevas. Cualquier
acción y cosa de cada día por lo insignificante que sea humanamente, si se hace
con amor y por amor de Dios se convierte en una obra enorme de valor
sobrenatural. Por nuestra unión al cuerpo místico de Cristo, esa acción
insignificante llega a ser obra del mismo Redentor y nosotros corredentores con
él.
El
detalle es la marca del amor que hemos puesto en una obra. Pensemos en el arquitectura,
escultura, pintura… en la música, la danza… en tantas cosas cotidianas y veamos
como el detalle es lo que las engrandece, las que las hace meritoria de
mención, lo que es elogiado. No se valoran los brochazos sobre un lienzo, sino
la perfección y la cantidad de detalles que incluso a primera vista pueden
pasar desapercibidos… No se valora un edificio como mole de piedras o cementos,
sino sus acabados, sus detalles…
En
mi vida de cada día, en mi oración, en mis penitencias, en mi casa, con los
míos, en el trabajo, en la relación con los demás… ¿soy detallista? o, ¿soy
bruto? ¿me conformo con cumplir?
Hay
un evangelio que ilustra muy bien esta vida de detalles: es el de la mujer
pecadora que entra en casa de Simón el fariseo y realiza una ritual lleno de detalles y de
amor para reparar por sus pecados y mostrarle su contrición a Jesús. Nuestro
Señor se da cuenta, y ante el juicio interior de Simón sobre aquella mujer, él le
hacer ver los detalles con los que la mujer lo tratado y que él aun habiéndolo invitado
a su casa no ha sido capaz de hacer: “He entrado en tu casa y no me has dado
agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y
me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en
cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la
cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por
eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho,
pero al que poco se le perdona, ama poco».”(Cfr Lc 7, 36-50)
Pensemos
en la vida de nuestra Señora, repasemos los Evangelios, dejemos que nuestra
imaginación discurre santamente en el día a día de la Virgen, y veremos que lo
que la hace grande, grandísima, es su vida de detalles, el poner amor en las
cosas más pequeñas y cotidianas, aparentemente sin importancia e
insignificantes.
Veamos
la santa delicadeza en lo menudo de nuestra Señora y alejemos de nosotros el
pensar que ser detallistas es ser pesado, empalagoso y zalamero… todo eso es
indigesto… Veamos esa delicadeza de nuestra Señora siempre discreta y pidamos que sepamos imitarla nosotros.
Amén.