Santo Rosario.
Por la señal...
Monición
inicial: Se
hace hoy memoria del Beato Bernardo Hoyos, presbítero jesuita, primer y
principal apóstol en España de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Entregó
su alma a Dios en el año 1735. Con algunos de sus pensamientos meditamos el
rosario de hoy.
Señor
mío Jesucristo...
MISTERIOS DOLOROSOS
1. La Oración
de Jesús en el Huerto
“Cuán
agradable música dan a la Santísima Trinidad las mínimas obras nuestras,
ofrecidas por medio del Corazón de Jesús.”
2. La
flagelación de Jesús atado a la columna.
“Sobre
los pecados se me declaró lo mucho que desagradan a Dios las mínimas
imperfecciones, particularmente las que en cierto modo son contra el Corazón de
Jesús, como las que son contra su amor en la Eucaristía.”
3. La
coronación de espinas
“El
objeto de este culto, según las palabras del Señor, es su deífico Corazón,
considerado como trono de su amor, y como blanco de las injurias de los hombres
(esto simbolizan el trono de fuego y demás insignias, con que quiso Jesús se
delineasen las imágenes de su adorable Corazón): los motivos son su ardentísimo
amor y las injurias con que es correspondido. De donde consta que el culto del
Corazón, o su esencia, consiste en “corresponder al infinito amor con que nos
ama; y en reparar sus ofensas con cuantos obsequios puede inventar la piedad
cristiana”. Y porque en el Santísimo Sacramento se muestran más patentemente el
amor de Jesús para con los hombres y las malas correspondencias de éstos para
con Jesús, el principal ejercicio de este culto es el que mira a aquel su
amante Corazón, explicando finezas en la Eucaristía y experimentando en ella al
mismo tiempo ingratitudes.”
4. Nuestro
Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario
Sentía: “una tranquilidad admirable de espíritu, dejando
todos mis deseos en el Corazón mismo de Jesús y yendo dulcemente o dejándome
llevar de la amorosa providencia de nuestro Dios, en la cual miraba con una
inalterable paz todas las dilaciones y demoras.”
5. La
crucifixión y muerte del Señor
“¡Oh
Corazón de Jesús amantísimo de los hombres, y al mismo tiempo sumamente
ultrajado por el olvido de vuestro amor! Yo ingrato pecador, conmovido
vehementemente con las injurias y contumelias que padecéis de nuestra
ingratitud, especialmente en el Santísimo Sacramento de Amor, llego a vos,
reconociéndome reo, y pidiendo perdón por mí y por todos los hombres. ¡Oh
Corazón dulcísimo, si yo pudiera borrar con mis lágrimas y sangre todos los
sacrilegios y ofensas cometidas contra Vos!”