DIOS ESCUCHA AL HOMBRE Y
RESPONDE A SUS INTERROGANTES
En este diálogo con Dios nos comprendemos a nosotros
mismos y encontramos respuesta a las cuestiones más profundas que anidan en
nuestro corazón. La Palabra de Dios no se contrapone al hombre. SÓLO DIOS
RESPONDE A LA SED QUE HAY EN EL CORAZÓN DE TODO SER HUMANO.
En nuestra época se ha difundido la idea de que Dios
es extraño a la vida y a los problemas del hombre e incluso una amenaza para su
autonomía.
Es decisivo mostrar la capacidad que tiene la Palabra
de Dios como una apertura a los propios problemas, una respuesta a nuestros
interrogantes, un ensanchamiento de los propios valores y, a la vez, como una
satisfacción de las propias aspiraciones.
Dice san Buenaventura: «El fruto de la Sagrada
Escritura no es uno cualquiera, sino la plenitud de la felicidad eterna. En
efecto, la Sagrada Escritura es precisamente el libro en el que están escritas
palabras de vida eterna para que no sólo creamos, sino que poseamos también la
vida eterna, en la que veremos, amaremos y serán colmados todos nuestros
deseos».
Cfr.
Verbum Domini 23