VIGILIA DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Siendo Herodes rey de Judea, hubo un sacerdote
llamado Zacarías, de la familia sacerdotal de Abía, una de aquellas que servían
por turno en el templo, cuya mujer, llamada Isabel, era igualmente del linaje
de Aarón. Ambos eran justos a los ojos
de Dios, guardando, como guardaban, todos los mandamientos y leyes del Señor
irreprensiblemente, y no tenían hijos,
porque Isabel era estéril, y ambos de avanzada edad. Sucedió, pues, que
sirviendo él las funciones del sacerdocio en orden al culto divino, por su
turno, que era el Abía, le cupo en suerte, según el estilo que había entre los
sacerdotes, entrar en el templo del Señor, o lugar llamado santo, a ofrecer el incienso; y todo el concurso del
pueblo estaba orando de parte de afuera en el atrio, durante la oblación del
incienso. Entonces se le apareció a Zacarías un ángel del Señor, puesto en pie
a la derecha del altar del incienso, con
cuya vista se estremeció Zacarías, y quedó sobrecogido de espanto. Mas el ángel le dijo: No temas, Zacarías,
pues tu oración ha sido bien despachada: tú verás al Mesías; y tu mujer Isabel
te dará un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan; el cual será para ti objeto de gozo y de
júbilo; y muchos se regocijarán en su nacimiento, porque será grande en la presencia del Señor.
No beberá vino ni cosa que pueda embriagar, y será lleno del Espíritu Santo ya
desde el seno de su madre, y convertirá
a muchos de los hijos de Israel al Señor Dios suyo, delante del cual irá él revestido del
espíritu y de la virtud de Elías para reunir los corazones de los padres o
patriarcas con los de los hijos y conducir los incrédulos a la prudencia y fe
de los antiguos justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto.
Lc 1, 5-17