Santo Rosario.
Por la señal...
Monición
inicial: Se hace memoria de san Antonio, sacerdote y doctor de la Iglesia, que, nacido en
Portugal, siendo canónigo regular, ingresó en la Orden de los Menores fundada
desde hacía poco tiempo, para procurar la difusión de la fe entre las
poblaciones de África, pero ejerció con mucho fruto el ministerio de la
predicación en Italia y Francia, atrayendo a muchos a la verdadera doctrina;
escribió sermones embebidos de doctrina y de finura de estilo y por mandato del
mismo san Francisco enseñó la teología a sus cohermanos, hasta que en Padua
regresó al Señor. (1195-1231). Con algunos de sus sermones meditamos el rosario
de hoy:
Señor mío
Jesucristo...
MISTERIOS GOZOSOS
1.- La encarnación del Hijo de Dios en las entrañas
purísimas de la Virgen María.
“Dijo
María: “He aquí la sierva del Señor”. No se ensoberbece por la singularidad del
privilegio, sino que, recordando en todo su condición y la dignación divina,
proclama ser la sierva del Señor, del cual es elegida como Madre; y con gran
devoción aspira a que la promesa del ángel se realice.
“Hágase
en mí según tu palabra”. Y en aquel momento fue concebido Cristo de la Virgen,
hombre perfecto en el alma y en la carne, aunque todavía no se pudiera
distinguir con la mirada las formas del cuerpo y de los miembros.”
2.-La Visitación de Nuestra Señora a su prima santa
Isabel.
“Verdaderamente
bendita sea entre las mujeres la Virgen, que esperó a aquel que es la bendición
y, esperando, lo acogió. Verdaderamente sea bendita aquella que no fue ni
estéril ni violada; fue “fecunda sin rubor, grávida sin gravamen y puérpera sin
dolor” (Bernardo); ella, única entre todas las mujeres, fue virgen y madre, y
engendró a Dios.”
3.-El nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén
“Este
Dios se hizo por nosotros niño y hoy por nosotros nació. Cristo quiso ser
llamado “niño” por muchas razones; pero, por amor a la brevedad, voy a exponer
una sola. Si haces una injuria a un niño, si lo provocas con un insulto, si lo
golpeas; pero si después le muestras una flor o una rosa o algo semejante, y
mientras se la muestras se la entregas, ya no se acuerda de la injuria sufrida,
se le pasa la ira y corre a tu encuentro para abrazarte. Asimismo, si ofendes a
Cristo con un pecado mortal y si le haces cualquier otra injuria, pero después
le ofreces la flor de la contrición o la rosa de una confesión bañada en
lágrimas ‑“las
lágrimas son la sangre del alma” (Agustín), El
no se acuerda más de tu ofensa, perdona la culpa y corre a tu encuentro para
abrazarte y besarte.”
4.-La purificación de Nuestra Señora y presentación del Niño
Jesús en el templo
"Te
suplicamos, oh Señora nuestra y escogida Madre de Dios, que nos purifiques de
la sangre de los pecados y que nos guíes al fuego esplendente de la contrición,
a la cera de la confesión y a la estopa de la satisfacción, para que así
podamos llegar a la luz y a la gloria de la Jerusalén celestial. Dígnese
concedérnoslo aquel Jesús, a quien hoy ofreciste en el templo. A El sean honor
y gloria por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Así sea!"
5.- El niño Jesús perdido y hallado en el templo
“Una
víctima agradable a Dios”. El hombre perfecto ofrece la tercera oblación, que,
como se lee en el mismo Levítico, consistía “en flor de harina, amasada con
aceite”.
La
flor de harina, refinadísima y blanquísima, es la vida del hombre perfecto, que
carece del afrecho de las vanidades del mundo, resplandece con la blancura de
la castidad y está impregnada con el aceite de la piedad. Esta vida perfecta se
cocina en el horno de la pobreza, se fríe en la sartén de las necesidades y de
las enfermedades del prójimo y se asa en la parrilla de la pasión del Señor.
¡De veras, muy de veras, esta víctima agrada a Dios! Estas
tres cualidades de la víctima constituyen “el culto razonable”, espiritual,
sincero, excelente, íntegro y santo. Roguemos,
pues, hermanos queridísimos, a Jesucristo, que, como subió a Jerusalén con sus
padres, nos haga subir también a nosotros, con la práctica de las doce virtudes
sobredichas, unidas a la esperanza y al temor, a la Jerusalén moral, para que
podamos ofrecerle, en las tres solemnidades, la víctima viva, santa y a El
agradable.”