martes, 5 de abril de 2016

EL ROSARIO DE HOY CON SAN VICENTE FERRER


Santo Rosario.
Por la señal... 
Monición inicial: 
Se hace memoria hoy de San Vicente Ferrer, santo dominico que se entregó de forma incansable a la predicación de la fe. Entre sus obras destaca una explicación de la misa solemne como una renovación toda ella de los misterios de la vida del Señor, no sólo de su pasión y muerte. Voló al cielo tal día como hoy del año 1419.
Con algunos párrafos de su obra "la Vida de Cristo representada en la misa solemne" meditamos el rosario de hoy.
Señor mío Jesucristo... 
MISTERIOS DOLOROSOS
1. La Oración de Jesús en el Huerto
“La decimocuarta obra que hizo nuestro Salvador y Señor Jesús Cristo es que después de la predicación de aquel gran sermón a los Apóstoles, salió hacia el huerto para hacer oración y oró tres veces a Dios Padre diciendo: Padre mío, si es posible que pase de mí esta copa… El espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mt. 26, 39.41). Y él mismo en cuanto Dios no temía a la muerte, pero sí en cuanto hombre. Y por lo tanto siendo consciente de las pasiones que él iba a padecer, decía: Padre mío, si es posible que pase, etc. Esta amargura de la pasión se basa en la sensualidad que está enferma, pero el espíritu está pronto. En la tercera vez que oró, y le sobrevino un temblor y el sudor de sangre, es cuando vino el ángel a confortarlo (cf. Lc. 22, 43-44). No como si él mismo necesitara el ánimo, sino como el escudero que conforta a su señor, diciendo por si acaso: “Señor esforzaros, porque ahora alcanzaréis la victoria sobre vuestros enemigos”; así el ángel le decía a nuestro Salvador: “Señor mirad a las almas santas, que os esperan en el Limbo del infierno y ya ansían la gloria, y así confortaréis vuestra humanidad”. Y el clementísimo Señor oró por él mismo y por nosotros. Por él mismo rogando al Padre Dios por su resurrección; no es que estuviera dudoso de su resurrección, o impotente para resucitar, sino que así convenía que lo hiciera. Y esto lo hacía como hombre. También oró por nosotros, para que constante y voluntario recibiera la muerte por nosotros, para que nosotros estemos ardientes y firmes para sostener la muerte por él mismo y resucitemos gloriosos. Se representa en la Misa cuando el presbítero traza tres cruces sobre el cáliz, diciendo: “Bendecida, aceptada y ratificada”, significando aquellas tres oraciones que hizo el Salvador en el huerto. Después hace dos cruces sobre la hostia demostrando así que [Jesús] rogaba por dos, a saber, por sí mismo [en cuanto hombre] y por nosotros..”
2. La flagelación de Jesús atado a la columna.
“La decimoctava obra que nuestro Salvador hizo en este mundo fue que, no obstante estar todo herido y tener aquellas cuatro llagas de las manos y de los pies, todavía quiso soportar por amor nuestro que le abrieran otra en el costado, y salió sangre y agua. Esto fue un gran milagro porque su sangre fue derramada en el sudor y la flagelación, y en la colocación de la corona de espinas, y también en la perforación de las manos y los pies, y después de morir cuando le abrieron el costado salió sangre y agua (cf. Jn. 19, 34). Todo esto se representa en la Misa cuando el Presbítero con la hostia hace cinco cruces, diciendo: “Por él, en él, y con él”, para significar de este modo las cinco llagas de nuestro Señor Jesús Cristo, etc.”
3. La coronación de espinas
““La décimo novena obra que nuestro Salvador y Señor Jesús Cristo hizo en este mundo fue que estando crucificado en la cruz dijo siete palabras en voz alta. La primera palabra fue cuando rogó por todos los que le crucificaban, diciendo: Padre, perdónales, porque no saben la que hacen (Lc. 23, 34). Pues creían que estaban colgando del madero a un embaucador u hombre pecador, y crucificaban al mismo Hijo de Dios Redentor. La segunda palabra cuando diho al ladrón: Hoy, estarás conmigo en el Paraíso (Lc. 23, 43). La tercera palabra es, o fue, cuando mirando a su Madre, quien se estaba muriendo de un admirable dolor -¡qué maravilla era aquella que no se rompía el corazón! (en el manuscrito: que maravella era com no trencava per lo cor)- diciendo: “¡Oh Señor e hijo mío carísimo! ¿al ladrón le hablas y a mí no quieres? ¿no quieres hablar? Que le plazca a vuestra clemencia decir alguna palabra a vuestra madre tan desolada”. Y entonces el Señor dijo: Mujer, ahí tienes a tu hijo (Jn. 19, 26). Y después de esto, vuelto a san Juan dijo: Ahí tienes a tu madre (Jn. 19, 27)..”
4. Nuestro Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario
La cuarta palabra fue cuando dijo: ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?, que es: ¡Dios mío, Dios mío! ¿porqué me has abandonado? (Mt. 27, 46). No que lo abandone en su divinidad, sino que lo era abandonado por los parientes, amigos y Apóstoles. La quinta palabra fue cuando dijo: Tengo sed (Jn. 19, 28). La Virgen María cuando oyó que su hijo tenía sed, desearía que en aquel instante sus entrañas se convirtieran en agua para que pudiera él beber. Y entonces, dijo: “Hijo mío carísimo, y Señor, no tengo agua, pero si quieres las lágrimas, recibe este velo que está lleno de lágrimas”. La sexta palabra fue cuando dijo: Todo está cumplido (Jn. 19, 30), es decir, toda la redención humana. La séptima palabra fue cuando dijo: Padre, en tus manos, pongo mi espíritu (Lc. 23, 46). E inclinó la cabeza, como si dijera: “Madre mía, consuélate con el discípulo y vigilad bien y os encomiendo a Dios porque ya me muero y me voy al otro mundo”. Se representa en la Misa cuando el presbítero dice el “Padre nuestro”, en el cual hay siete peticiones significando las siete palabras que Jesús pronunció en la cruz. Así mismo el presbítero pronuncia estas peticiones en voz alta, porque Jesús dijo aquellas siete palabras en voz alta, etc..”
5. La crucifixión y muerte del Señor
“La vigésima primera obra que nuestro Salvador y Señor Jesús Cristo realizó, en este mundo fue que convirtió a muchas personas de condiciones diversas. Quiso que apareciera ya el fruto de su redención. Y por eso convirtió primero al ladrón, que fue un hombre de mala vida, rebelde, criminal. En segundo lugar convirtió al Centurión, que era el capitán de la gente armada y que dijo: Verdaderamente éste era el Hijo de Dios
(Mt. 27, 54). En tercer lugar convirtió al pueblo humilde, y esto lo cita san Lucas diciendo: Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho (Lc. 23, 48). Nótese que dice “todas las gentes”, no las turbas maliciosas como los escribas o fariseos, sino las gentes sencillas e ignorantes que viendo el milagro que ocurría, se golpeaban el pecho diciendo: “¡Miserables! que crucificamos al salvador”. Y porque nuestro Señor convirtió en su pasión a estas tres clases de personas, por eso el presbítero dice tres veces “Cordero de Dios”. Primero lo decimos particularmente por cualquier pecador, diciendo que le perdone como perdonó al ladrón, igualmente a mí que soy pecador. Segundo, pedimos que como iluminó y abrió los ojos del Centurión que regía la milicia, así mismo ilumine y perdone a cualquiera que gobierna al pueblo, o tiene cuidado pastoral de las almas, para las almas alcancen la salvación. Tercero decimos “Cordero de Dios” porque pedimos que así como convirtió al pueblo humilde, así mismo convierta al pueblo cristiano común y le conserve en buena salud y paz y le perdone todos sus pecados..”