MARÍA, VIRGEN AGRADECIDA CON LOS HOMBRES.
VIRTUDES DE NUESTRA MADRE
La
virtud del agradecimiento nace en los corazones humildes porque no son
engreídos ni orgullosos; nace en los corazones justos que saben corresponder
a lo recibido; nace en los corazones ecuánimes que no se dejan conducir por las
filias y las fobias en su relación con los otros. La persona agradecida
demuestra ser equilibrada en sus emociones y en su psicología: se sabe no
autosuficiente y necesitado de los otros, reconoce los bienes materiales y
espirituales que recibe, y todo ello hace que en torno a sí y por donde pasa haya
un ambiente de alegría, de tranquilidad, de amabilidad, de paz.
Hoy,
en el mundo que vivimos, tristemente no está de moda ser agradecido. Todo el
mundo se cree con derecho a todo y al hombre moderno le cuesta pronunciar la
palabra gracias. Hemos de aprender a valorar el servicio, el tiempo, el trabajo
y el sacrificio de los otros, hemos de saber responder con agradecimiento el
bien que nos hacen en la familia, en el
círculo de amistades y trabajo, en la parroquia y en los lugares en los que se
desarrolla nuestra vida…
La
Virgen María es nuestro modelo para vivir el agradecimiento. Hemos meditado ya
como siempre vivió agradecida a Dios y también a los ángeles. Hoy queremos contemplar
a la Virgen María en su relación con el prójimo y como ella vivió esta virtud
del agradecimiento. Es cierto que no tenemos “textos” ni “citas” para demostrarlo, pero ella es la llena de gracia y, por tanto, llena de todas las virtudes y perfecciones.
La Virgen María fue agradecida
con sus padres y con su familia. Imaginemos la relación de la Virgen con sus
padres San Joaquín y Santa Ana. ¿Cómo se comportaría siempre hacia ello? ¡Qué
respeto y devoción tendría por sus padres y sus familiares! ¡Cuántos gestos y
palabras de agradecimiento tendría hacia sus progenitores! La sagrada Escritura
llama maldito al que desprecia a sus padres y pronuncia palabras muy duras
hacia aquellos que no los honran. En cambio, Nuestra Señora es la bendita entre
todas las criaturas porque honró y vivió agradecida a sus padres.
Nuestra
sociedad está enferma de egoísmo y le falta agradecimiento. ¿Cuánto sufrimiento
produce el desagradecimiento de los hijos hacia sus padres? Parémonos a hablar con
los mayores, acerquémonos a los asilos y a las residencias, oigamos las
experiencias de los padres y madres de familia. Ni un gesto, ni una palabra, ni
una sonrisa, ni un poco de dedicación… Recordemos el mandamiento de Dios: “Honra a tu padre y a tu madre, para que
tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da” Éx 20,12
La
Virgen María vivió siempre agradecida a San José, su esposo y custodio. Vivió
agradecida porque pudiendo haberla denunciado o haber huido, obedeció al ángel y la recibió como
Esposa y a como hijo propio al fruto bendito de sus entrañas concebido por el Espíritu
Santo. Vivió agradecida a san José por su amor, por sus cuidados, por su
esfuerzo diario en traer el pan al hogar, por su delicadeza en el trato, por
sus atenciones… Su agradecimiento fue vivir entregada a él, lo amó castamente y
lo cuidó con todo esmero como si a Dios mismo estuviese sirviendo. San José bien pudo decir las palabras que el esposo de la mujer hacendosa pronuncia en el libro del eclesiástico: “Muchas mujeres han obrado
con nobleza, pero tú las superas a todas. Engañosa es la gracia y vana la
belleza, pero la mujer que teme al Señor, ésa será alabada.” En nuestra vida, ¿me comporto así con mi esposa o mi esposa? ¿me comporto así con ese amigo o amiga que tengo una relación
más estrecha?
Pensemos
también en el trato cotidiano de la Virgen con sus familiares y vecinos, con
sus amigas… Cuantas veces pronunciaría la Virgen la palabra “gracias”… Agradecida a aquellos que venían a pedir a su puerta, a aquellos que venía a traer cosas o
encargar trabajos a san José, a aquellos que traían recados… Con todos siempre
agradecida.
Pensemos
durante la vida pública del Señor, como estaría agradecida a los apóstoles por
estar al lado de Jesús, también a aquellos que lo recibían en su casa y le daban
de comer, como agradecería el buen trato dado a su hijo, el cuidado de aquellas
santas mujeres que lo ayudaban con sus riquezas… Cuánto agradecimiento tendría
la Virgen durante la pasión para todos aquellos que tuvieron compasión de su
Hijo: la mujer de Pilatos, la Verónica, el Cireneo, José de Arimatea… Cuánto
agradecimiento hacia los apóstoles después de la Resurrección y en particular
hacia el apóstol Juan que la acogió y la amó como madre suya.
Ese agradecimiento de
nuestra Señora no termina con su Asunción a los cielos, ella sigue siendo agradecida
para con sus devotos deseando derramar gracias, dones y beneficios sobre ellos.
Pensemos solamente en cuántas gracias ha prometido la Virgen a quienes recen el
rosario, mediten en sus dolores o lleven sus medallas o escapularios… Recordemos este deseo de Nuestra Señora: en su
aparición a Santa Catalina Labouré, nuestra Señora aparece destellando rayos
desde sus manos. ¿Qué significan estos rayos? “Son los rayos símbolo de cuantas gracias concedo a quienes me
las piden."
Pidamos a la Virgen ser verdaderamente devotos de ella imitando su virtud del agradecimiento y acudamos a ella con confianza pues como Madre generosa quiere concedernos muchas gracias.
Pidamos a la Virgen ser verdaderamente devotos de ella imitando su virtud del agradecimiento y acudamos a ella con confianza pues como Madre generosa quiere concedernos muchas gracias.