EL HOMBRE: ABIERTO A LA TRASCENDENCIA
Reflexión diaria del
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 130)
El hombre está abierto al infinito y a
todos los seres creados. Está abierto sobre todo al infinito, es
decir a Dios, porque con su inteligencia -que busca insaciable la Verdad- y su
voluntad -que desea insaciable el Bien- se eleva por encima de todo lo creado y
de sí mismo, se hace independiente de las criaturas, es libre frente a todas
las cosas creadas y se dirige hacia la verdad y el bien absolutos que haya sólo
en Dios. Es cierto que esta trascendencia en la mayoría de las personas se ve aminorada por la “preocupación” de la
vida presente, pero incluso sus búsquedas diarias y sus decisiones son reflejo
de esta apertura.
Está abierto también hacia los otros, a
los demás hombres y al mundo, porque sólo en cuanto se comprende en referencia
a un tú puede decir yo. Sale de sí, de la conservación
egoísta de la propia vida, para entrar en una relación de diálogo y de comunión
con el otro.
Cuando el hombre se deja dominar por sus
pasiones y egoísmo, lógicamente se cierra a Dios y a los demás, y en este
aislamiento de “deshumaniza”. Esta apertura a Dios y al prójimo ha de
caracterizar nuestra vida de fe y hemos de pedir la gracia de vernos libres de
esas puertas que a veces nos creamos y que en definitiva no nos benefician.