Homilía
de maitines
DOMINGO IN ALBIS
DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA
DE SAN GREGORIO, PAPA
Homilía 26 sobre los evangelios
La
primera cuestión que se ofrece a nuestra mente cuando oímos la lectura del
Evangelio de este día, es la siguiente: ¿de qué modo fue un verdadero cuerpo
del Señor después de la resurrección, y como pudo presentarse a los discípulos
estando las puertas cerradas? A esto debemos responder que si las obras divinas
se comprendieran con la razón, no serían admirables, ni la fe tendría merito si
la razón explicase el misterio. Estas obras de nuestro Redentor, que son
completamente incomprensibles, las hemos de comparar con otras que realizo en
otras circunstancias, a fin de aumentar nuestra fe en estas cosas admirables,
con la consideración de otras mucho más maravillosas. Tengamos presente, que
aquel cuerpo del Señor que se presentó a sus discípulos estando las puertas
cerradas, es el mismo que en su natividad vino al mundo sin abril el seno de la
Virgen. Por lo mismo ¿Qué tiene de admirable que entrase estando las puertas
cerradas, el que después de su resurrección había de reinar
eternamente, si viniendo para morir salió del seno cerrado de la Virgen?
Mas
porque la fe de los que le miraban dudaba de aquel cuerpo que contemplaban, les
mostro al instante las manos y el costado, les ofreció, para que la tocaran,
aquella carne que entró estando las puertas cerradas. Con lo cual, les dio
prueba de dos cosas admirables, y que parecen contrarias a la humana razón, a
saber; que siendo su cuerpo después de la resurrección incorruptible, con todo
se podía palpar, siendo así que todo lo palpable está sujeto a corrupción, y no
es palpable lo que no se corrompe. Y no obstante, de una manera admirable e
inestimable, nuestro Redentor después de su resurrección mostró su cuerpo
incorruptible y palpable. Lo cual realizó, a fin de que mostrándolo
incorruptible nos invitara al premio, y ofreciéndolo palpable nos confirmase en
la fe. Así pues, lo mostró incorruptible y palpable, para enseñarnos que verdaderamente
su cuerpo después de la resurrección era de la misma naturaleza que antes, pero
con una gloria mucho mayor.
Y
les dijo: “La paz sea con vosotros. Así como me envió mi Padre, así yo os envío
a vosotros”. Esto es, así como mi Padre Dios me envío a mí que soy Dios; así yo
Hombre, os envió a vosotros hombres. El Padre envió al Hijo, aquel mismo que
quiso se encarnase para la redención del linaje humano. Quiso que se encarnase
para padecer, y con todo amaba a aquel Hijo que quiso sufriese la pasión. Así
también el Señor envió a los Apóstoles, no a los goces del mundo, sino a lo
mismo que él fue enviado, es decir a la pasión y a los sufrimientos. Por lo
mismo, así como el Hijo amado por el Padre es enviado a los sufrimientos, así
los discípulos son amados por el Señor, y con todo son enviados al mundo para
padecer. Por lo cual dice con toda verdad; “Así como me envió el Padre, así yo
os envío” Es decir, que al enviaros en medio de los escándalos de los
perseguidores, os amo con aquella caridad con la cual me ama el Padre, quien me
envió para los sufrimientos de la pasión.