EL HOMBRE: ÚNICO E IRREPETIBLE
Reflexión diaria del
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 131)
El
hombre existe como ser único e irrepetible, existe como un « yo », capaz de
autocomprenderse –por su propia inteligencia-, autoposeerse –por su conciencia-
y autodeterminarse –por su propia voluntad.
Pero no son la inteligencia, la conciencia
y la libertad las que definen a la persona, sino que es la persona quien está
en la base de los actos de inteligencia, de conciencia y de libertad. Estos
actos pueden faltar, sin que por ello el hombre deje de ser persona. Y esto es
importante ante las concepciones utilitaristas. Incluso cuando una persona ha
perdido estas facultades o por lo menos no son manifiestas, sigue siendo
persona y no ha perdido su dignidad y su vida sigue siendo sagrada.
La persona humana debe ser comprendida
siempre en su irrepetible e insuprimible singularidad. Dios
no ha creado a cada uno distinto a los demás
y cada uno de nosotros es único en nuestra propia historia… no somos números,
ni repeticiones ni clones… Ninguno es igual al otro y Dios quiere una relación
personal y propia con cada uno de nosotros.
Esta verdad ha de llevarnos al respeto sacral a toda vida humana, a cada
persona en particular. Ha de nacer en nosotros también el agradecimiento a Dios
porque él –omniponte- ha pensado en mí, me a mí, y quiere ser amigo mío.