CORRESPONDER A LA GRACIA
VIRTUDES DE NUESTRA MADRE, LA VIRGEN MARÍA
El
día del bautismo como rito simbólico se impone al bautizado una vestidura
blanca queriendo significar la obra que Dios realiza en su criatura –obra que
externamente no se percibe- al recibir este sacramento.
Por
el bautismo, se nos “perdona el pecado original, todos los pecados personales y
todas las penas debidas al pecado” y se nos “hace participar de la vida divina
trinitaria mediante la gracia santificante, la gracia de la justificación que
incorpora a Cristo y a su Iglesia”, se nos
“hace participar del sacerdocio de Cristo” y miembros de su Cuerpo que
nos une con los otros cristianos, se nos “otorga las virtudes teologales y los
dones del Espíritu Santo,”
Podemos
decir que somos criaturas nuevas, a semejanza del hombre nuevo que es Cristo.
“Hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que
como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en novedad de vida.” Rm 6, 4
Por
el bautismo se realiza en nosotros la justificación: “Dios, que es rico en
misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos
muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia
habéis sido salvados), y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares
celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las
sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús. Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de
vosotros, sino que es don de Dios.” Ef 2, 4-8
“La
justificación es la obra más excelente del amor de Dios” –porque nos muestra la
magnanimidad de su misericordia al restablecer lo que por el pecado de nuestros
primeros padres se había roto-. “Es la acción misericordiosa y gratuita de
Dios, que borra nuestros pecados, y nos hace justos y santos en todo nuestro
ser.” La misma vida de Dios se nos comunica y Dios mismo comienza a habitar en
nosotros. Es la vida de la gracia, la vida de Dios en nosotros. Algo que supera
toda expectativa humana y nuestro mismo entendimiento. Dios mismo me da su vida
y vive en mí.
Pero
tristemente, ante ese milagro de la misericordia de Dios, somos muchas veces inconscientes.
Como no se puede ver ni tocar, como no es algo material, no lo valoramos
suficientemente… ¿Cuántas veces hemos perdido la vida de la gracia recibida en
nuestro bautismo? ¿Cuántas veces hemos manchado y roto la vestidura blanca de
nuestro bautismo? Como Adán y Eva, también nosotros hemos querido ser los
dioses de nuestra vida, desobedeciendo los mandatos de Dios y hemos perdido la
gracia… Es cierto, que a diferencia de ellos, nosotros tenemos la oportunidad
de recuperarla por el sacramento de la confesión… Pero incluso eso, no lleva a
abusar de la misericordia divina, no dando la importancia que tiene a la gracia
y no viendo las consecuencias terribles del pecado. ¿Cómo son nuestros
propósitos de enmienda? Tantas veces fugaces, duran el momento de salir del confesionario,
y al contrario de los santos cuya máxima era “ANTES MORIR, QUE PECAR”, nosotros
ya estamos en disposición de volver a caer…
Pensemos
cuántas gracias, cuántos dones, cuántas oportunidades nos concede Dios para
crecer y aumentar la gracia en nosotros… Y, ¿cómo respondemos? Tantas veces con
pereza, dejadez, desidia, acedia… Tantas veces despreciamos las gracias divinas
haciéndonos merecedores del rechazo de Dios…. Pensemos cuántas oraciones,
cuantas comuniones, confesiones, obras de misericordia, nuestras mismas
obligaciones han quedado infructuosas en nosotros por falta de intención, de
disposición, de atención…. ¿Cuántas gracias hemos dejado de ganar y de
multiplicar las que ya teníamos por nuestra falta de devoción y atención? Es
terrible, que habiendo recibido un tesoro tan grande, no lo valoremos y lo
desperdiciemos así….
Al
contemplar a la Virgen María, la vemos llena de gracia. Ella recibió toda la
gracia que una criatura humana puede recibir… pero eso no la llevó a la
comodidad espiritual o la inactividad… Ella corresponde a la gracia con todas
las potencias de su alma, con todo su corazón con toda su mente, con todas sus
fuerzas… Y la gracia en María se multiplicaba… Llena de gracia siempre pero
siempre crecía el caudal como el río que recibe las aguas de la lluvia… Colmada
hasta rebosar de la vida de Dios en ella, pero siempre ensanchándose para
recibir más y más… Pensemos en la Virgen, en tantos santos de los que conocemos
sus vidas… siempre en esa actitud de vigilancia y de correspondencia a Dios.
Pues en la vida espiritual o se crece o se disminuye, no hay estado neutro… En
la vida de la gracia, dice san León Magno: “El no trabajar y aumentar, es
perder y retroceder.” Y san Agustín afirma: “El que en este trabajo dice basta,
está perdido.” ¡Cuántas veces ponemos a Dios los límites de acción en nosotros!
Hasta aquí, y no más…. Esto sí, pero ya más, no….
Contemplemos
a María Santísima, recibe la gracia y corresponde a ella, sin condicionamiento
a la acción de Dios, sin resistencia, sin vacilaciones, sin miedos a perder su “yo”
pues bien sabía que solo en Dios se hallaría…
La
Virgen María es la imagen perfecta de Dios en cuánto una criatura puede llegar
a serlo porque su apertura a la acción de Dios fue total. A ella, se le puede
aplicar las palabras de san Pablo: Vivo yo, pero no soy yo el que vive, sino
Cristo el que vive en mí.” La vida de la gracia que Dios nos da busca hacernos
imagen y semejanza suya… Ya los somos, pero con nuestra correspondencia dejamos
a Dios que vaya perfilando y matizando esa imagen en nosotros… como el escultor
que en un tronco de madera va devastando y trabajando para sacar de ella una
imagen… al principio de forma más basta para llegar al trabajo delicado de
marcar las líneas de los rasgos… También así en la vida espiritual, desterrando
primero lo abrupto de nuestros pecados y vicios, para después hacernos crecer
en las virtudes…
Acudamos a María, que ella
como Madre y Maestra, nos enseñe a valorar en su justo puesto la vida del alma y
nos ayude con su intercesión a responder siempre a las gracias divinas. Que así
sea.