miércoles, 1 de noviembre de 2023

LAS BIENAVENTURANZAS. Dom Gueranger

 


1 de noviembre

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Dom Próspero Gueranger

 

LAS BIENAVENTURANZAS.—Hoy está tan cerca la tierra del cielo, que un mismo pensamiento de felicidad llena los corazones. El Amigo, el Esposo, viene a sentarse en medio de los suyos y a hablar de su dicha. Venid, a mi todos cuantos andáis fatigados y agobiados, cantaba hace un momento el versículo del Aleluya, eco feliz de la patria, si bien nos recordaba nuestro destierro. E inmediatamente en el Evangelio se muestra la gracia y la benignidad de nuestro Dios y Salvador. Escuchémosle cómo nos enseña los caminos de la santa esperanza, las delicias dignas, garantía y anticipo de la dicha total de los cielos.

Dios, en el Sinaí, manteniendo al judío a distancia, sólo tenía para él preceptos y amenazas de muerte. ¡De qué modo tan distinto se promulga la ley de amor en la cumbre de esa otra montaña, donde se sentó el Hijo de Dios! Las ocho Bienaventuranzas han ocupado al principio del Nuevo Testamento el lugar que ocupaba, como prólogo del Antiguo, el Decálogo grabado en piedra.

No es que las Bienaventuranzas supriman los mandamientos; pero su justicia superabundante va más allá que todas las prescripciones. Las hizo Jesús de su Corazón para imprimirlas en el corazón de su pueblo y no en la roca. Son todo un retrato del Hijo del Hombre, el resumen de su vida redentora. Mira, pues, y obra conforme al modelo que se te ha puesto delante en el monte.

La pobreza fue ciertamente la primera nota del Dios de Belén; y ¿quién se presentó más manso que el Hijo de María? ¿Quién lloró por causas más nobles en el pesebre donde ya expiaba nuestros pecados y aplacaba a su Padre? Los que tienen hambre de la justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los pacíficos ¿dónde encontrarán, sino en Él, el ejemplar incomparable, nunca logrado, siempre imitable? Aun la muerte, que hace de Él, el augusto capitán de los perseguidos por la justicia es en este mundo la bienaventuranza suprema; en ella se complace la Sabiduría encarnada más que en otra ninguna, de ella habla con insistencia, la describe con pormenores, hasta terminar hoy con ella como en un canto de éxtasis.

La Iglesia no tuvo otro ideal; siguiendo al Esposo, su historia en las diversas épocas no fue más que el eco prolongado de las Bienaventuranzas. Entendámoslo también nosotros; para la felicidad de nuestra vida en la tierra esperando la del cielo, sigamos al Señor y a la Iglesia.

Las Bienaventuranzas evangélicas logran que el hombre supere los tormentos y hasta la misma muerte, que no quita la paz a los justos, antes la consuma.