Navidad 2022
Et Verbum Caro factum est!
El Evangelio de la misa de hoy es el prólogo de san Juan que cada día leemos al final de la misa tradicional.
Dios se hizo hombre, pero para marcar este realismo de la encarnación, el evangelista san Juan utiliza la expresión más fuerte de carne, traducida del término griego sarx. Dios se hizo hombre, pero en todo su realismo, asumiendo la realidad de criatura, de una carne llamada a la corrupción de las cosas presentes… San Pablo dirá que “se hizo en todo semejante a nosotros, menos en el pecado.”
Esto -que nos puede parecer insignificante, utilizar la palabra “carne” en vez simplemente de hombre,- tiene una significación muy profunda y nos previene de dos errores muy comunes:
1).Cristo se hizo carne, pero no carnal, en sentido de “justificar” la mundanidad y el pecado… Se unió a nuestra naturaleza, pero no para darle una “categoría” divina ya por esta unión, sino para que redimida por la cruz y transformada por la gracia, pueda obtener la resurrección en los cielos nuevos y la tierra nueva. Ahora nosotros vivimos la lucha interna entre el hombre viejo, el hombre del pecado –Adán- y el hombre nuevo, a semejanza de Cristo, nuevo Adán. Si perdemos esta conciencia de lucha, estamos vencidos. Por eso, la Navidad nos recuerda que por la gracia del Bautismo, redimidos del pecado, Cristo es engendrando en nosotros y debemos colaborar con esa gracia mediante la ascesis cristiana: lucha contra el pecado y conquista de la virtud; para alcanzar en nosotros la imagen perfecta de Cristo, para que él llegue a desarrollarse en nosotros.
2).El segundo error es pensar en la humanidad de Cristo como un “super hombre”, con “unas perfecciones divinas al estilo de los dioses griegos y romanos” y que lo alejan del sufrimiento, de la limitación, de la humildad de nuestra naturaleza… Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es perfecto Dios y perfecto hombre. Pero en su encarnación, quiso experimentar la limitación de ser criatura: por eso experimentó el nacer de una mujer, el ser niño y desarrollarse su santa humanidad como cualquier otros varón, el dolor, el sufrimiento, el cansancio y las necesidades de nuestra naturaleza como el hambre y el mismo sueño. La naturaleza divina de nuestro Señor Jesucristo “se ocultó” en su naturaleza humana y sólo la mostró cuando en su sabiduría y en su plan de salvación lo consideró para mostrar la realidad de su persona al obrar los milagros que nos atestiguan los Evangelios.
Es tal el realismo de la Encarnación, que Aquel que era verdadero Dios y verdadero hombre, no solo nació en Belén de una virgen, sino que murió en el madero de la cruz, con su cuerpo destrozado por la pasión a causa de nuestros pecados. Y por eso, podemos decir, que el Dios inmortal murió por nosotros.
Et Verbum Caro factum est!
Ese “super hombre” es presentado por las modas de cada tiempo como la tentación de ser dueño absoluto de su existencia y amo de su libertad,… es la tentación que se repite desde el principio “de querer ser dioses” de nuestra propia vida, cuando realmente lo grande es descubrir quiénes somos ante Dios, criaturas suyas creadas por amor, y desde la asunción de nuestra condición, amar a nuestro Creador y Señor.
La tentación del super hombre se presenta de muchos modos desde la fama y el reconocimiento social, a la conquista de ciertos puestos o cargos en la vida social, a tener ciertas “conquistas” que solo unos pocos pueden tener…
Esta tentación del super hombre lleva nuestros contemporáneos, y sobre todo a nuestros jóvenes, educados en un mundo virtual, y por tanto irreal, a una desesperanza total porque toda su esperanza se cifra en conquistas terrenas que ni dan la felicidad ni son alcanzables para todos, sino para solo unos pocos y tantas veces a un precio tan carísimo que arruina la propia vida.
El resultado es la desesperación y como consecuencia la muerte, primeramente de una vida sin sentido bajo “estupefacientes” que les hagan más llevadera la frustración: drogas, sexo, y mil formas de huida, incluso a veces el mismo trabajo; y ya como último término: el suicidio, para acabar de sufrir.
Et Verbum Caro factum est!
¿Dónde hallar remedio para este mundo sin esperanza? ¿Qué modelo ofrecer al hombre del siglo XXI que ha investiga el universo pero es incapaz de conocer a su Creador y a sí mismo? ¿Cómo curar la tristeza, pesimismo, sin sentido de nuestra juventud?
Vayamos corriendo a Belén. El ángel nos anuncia el nacimiento del Salvador. Sólo en el Niño Dios hecho carne encontraremos respuesta, remedio y esperanza.
Et Verbum Caro factum est!
Gracias Niño bendito, porque te hiciste carne, y haciéndote carne te hiciste pobre en Belén. No amaste las riquezas, ni los honores, ni la gloria, ni nada que pueda pasar… Tu vida fue hacer la voluntad del Padre y así llamas a los que a ti acuden bienaventurados y prometes el reino de los cielos a aquellos que son pobres de espíritu.
Gracias niño Adorable, porque te hiciste carne y de tus ojos claros brotaron lágrimas redentoras, que resumen el hambre, la sed, el frío, el dolor, el miedo, que por mí y por amor mío, quisiste pasar... Tú no huiste de la condición limitada de tu naturaleza humana y por eso llamas bienaventurados y ofreces consuelo a aquellos que lloran.
Gracias, Señor y Dios mío, porque te hiciste niño tan manso y humildes, tan entrañable y amable, tan indefenso y vulnerable, que rechazaste el poder, la fuerza, y ocultaste la omnipotencia de tu divinidad, para conquistar el mundo por medio del ejemplo y la palabra, por la atracción de tus virtudes… Así tú llamas a los que quieren seguirte bienaventurados y herederos del cielo a los mansos y humildes.
Gracias, Jesús Niño, por haberte hecho carne y mostrarnos el hombre a imagen de Dios, Señor de sus pasiones, verdaderamente libre, cuya pureza de corazón reflejan tus ojos hermosos… Tu ley y tus mandamientos nos libran de toda esclavitud, en servirte a ti esta nuestra libertad. Por eso, llamas bienaventurados y prometes ver a Dios cara a cara, a quien viva con pureza de corazón, con castidad de cuerpo, con alma limpia.
Gracias, Niño bendito, porque amándote a ti, puedo amar a mi Dios y llegar a él, desde mi condición de criatura, pequeña, frágil… Gracias, Niños Jesús, mi Dios y mi todo. Contigo puedo sufrir, llorar, pasar necesidad, y toda dificultad, porque sé que no estoy sólo, tú también los experimentaste… No quiero ser un “super hombre” sino que quiero ser hombre a semejanza tuya para que aceptando la limitación de mi ser criatura, pueda alcanzar la gloria del cielo. Amén.