25 de diciembre
DEL NACIMIENTO DE JESÚS.
NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
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25 de diciembre
DEL NACIMIENTO DE JESÚS
El nacimiento de Jesucristo trajo una alegría general a todo el mundo. Él fue aquel Redentor deseado por tantos años y con tantos suspiros; que por esto fue llamado el Deseado de las gentes y el deseo de los collados eternos.
Ya ha venido y ha nacido en una pequeña cueva.
Aquel gozo grande, que el Ángel anunció a los pastores, hoy lo anuncia también a nosotros y nos dice: Ecce evangelizo vobis gaudim magnun, gozo que será para todo el pueblo; porque hoy os es nacido el Salvador del mundo.
¡Qué gran fiesta se hace en un reino cuando nace al monarca su primogénito! Pues, mayor fiesta debemos hacer nosotros, viendo nacido al Hijo de Dios que ha venido del cielo a visitarnos, movido de las entrañas de su misericordia.
Nosotros estábamos perdidos y he aquí que Él ha venido a salvarnos. El Pastor ha venido a salvar a sus ovejuelas de la muerte, dando su vida por amor de ellas.
El Cordero de Dios ha venido a sacrificarse por alcanzarnos la Divina Gracia y para hacerse nuestro libertador, nuestra vida, nuestra luz y, aún, nuestro alimento en el Santísimo Sacramento.
Dice san Agustín, que por esto Jesucristo, al nacer, quiso ser puesto en el pesebre donde hallaban pasto los animales; para darnos a entender, que Él se hizo hombre a fin de hacerse Él mismo nuestra comida para la eternidad.
Jesús, en efecto, nace todos los días en el Sacramento por medio del sacerdote y de la consagración. El altar es el pesebre y allí vamos nosotros a alimentarnos de sus carnes. Alguno habrá que desee tener el santo Niño en los brazos, como lo tuvo el santo viejo Simeón. Pues, cuando comulgamos, nos enseña la fe, que no sólo en los brazos, sí que dentro de nuestro pecho está aquel mismo Jesús que estuvo en el pesebre de Belén. Para esto Él ha nacido, para darse todo a nosotros: Parvulus natus est nobis, et Filis datus est nobis.
AFECTOS Y SÚPLICAS
Señor, yo soy la oveja que, por andar tras de mis placeres y caprichos, me he perdido miserablemente; más Vos, ¡oh, Pastor y juntamente Cordero Divino!, sois aquel que habéis venido del cielo a salvarme, sacrificándoos cual víctima sobre la cruz en satisfacción de mis pecados.
Si yo, pues, quiero enmendarme, ¿qué debo temer? ¿Por qué no debo confiarlo todo de Vos, mi Salvador, que habéis nacido de intento para salvarme? ¿Qué mayor señal de misericordia podíais darme? ¡oh, Dulce Redentor mío! ¿para inspirarme confianza que daros Vos mismo?
Yo os he hecho llorar en el establo de Belén; pero si Vos habéis venido a buscarme, yo me arrojo confiado a vuestros pies y, aunque os vea afligido y envilecido en ese pesebre, rechinado sobre la paja, os reconozco por mi Rey y Soberano.
Oigo ya esos vuestros dulces vagidos, que me convidan a amaros y me piden el corazón. Aquí lo tenéis, Jesús mío. Hoy lo presento a vuestros pies; mudadlo, inflamadlo Vos, que a este fin habéis venido al mundo, para inflamar los corazones con el fuego de vuestro santo amor.
Oigo, también, que desde ese pesebre me decís: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Y yo respondo: ¡Ah! Jesús mío! y si no amo a Vos, que sois mi Dios y Señor, ¿a quién he de amar? No, amado Señor mío, yo todo me entrego a Vos y os amo con todo el corazón. Yo os amo, yo os amo, yo os amo.
¡Oh, sumo bien, ¡oh, único amor de mi alma! Ea, aceptadme por vuestro en este día y no permitáis que haya de dejar de amaros.
Reina mía, María, os pido, por aquel consuelo que tuvisteis la primera vez que mirasteis nacido a vuestro Hijo y le disteis los primeros abrazos, intercedáis con Él, para que me acepte por hijo y me encadene para siempre con el don de su santo amor.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.