28 de diciembre
DE JESÚS QUE TOMA LECHE
NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
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28 de diciembre
DE JESÚS QUE TOMA LECHE.
Fajado que fue Jesús, buscó y tomó leche de los pechos de María. La Esposa de los Cantares deseaba ver a su hermanito, que tomase leche de la madre: ¿Quién te me dará a ti, hermano mío, mamando los pechos de mi madre? (Cant 8, 1).
Esta Esposa lo deseó, pero no lo vio. Nosotros sí que somos los que hemos tenido la suerte de ver al Hijo de Dios, hecho hombre y hermano nuestro, tomar leche del pecho de María.
¡Oh! ¡y qué espectáculo era al paraíso ver al Verbo divino, hecho niño, pendiente del pecho de una Virgen criatura suya! ¡Aquel que da el alimento a todos los hombres y a los animales de la tierra, se ha hecho tan débil y pobre, que tiene necesidad de un poco de leche humana para sustentar su vida!
Sor Paula, camaldulense, contemplando una figura de Jesús que tomaba el pecho, sentía, de repente, encenderse toda de un tierno y ardiente amor hacia Dios.
Poca era la leche con que se alimentaba Jesús, pues según fue revelado a sor Mariana, franciscana, solamente tres veces al día María le daba de mamar. ¡Oh, leche preciosa para nosotros, que debiste convertirte en sangre en las venas de Jesucristo, para hacer después de ella un baño de salud en el que fuesen lavadas nuestras culpas!
Ponderemos que, aunque Jesús tomaba esta leche, era para sostener aquel cuerpo que quería dejarnos por nuestro alimento en la santa comunión. Con que, ¿mi pequeñito Redentor, mientras Vos mamabais pensabais en mí? ¿pensabais cambiar esta leche en sangre, para derramarla después en vuestra muerte y con tal precio rescatar mi alma y aún alimentarla con el Santísimo Sacramento, que es leche saludable con la cual el Señor nos conserva en la vida de la gracia, según aquella sentencia de San Agustín que dice La leche vuestra es Cristo?
¡Oh, Jesús mío! Permitid que yo también exclame con aquella mujer del Evangelio: Feliz vientre que te trajo y los pechos que mamaste ¡Dichosa Vos, oh, Madre divina, que tuvisteis la suerte de dar leche al Verbo encarnado!
Ea, admitidme, en unión de este grande Hijo, a tomar de Vos la leche de una tierna y amorosa devoción a la infancia de Jesús y a Vos, Madre mía amadísima. Os doy a Vos las gracias, ¡oh, divino Infante!, que os habéis hecho necesitado de leche, para manifestarme el amor que me tenéis.
Así lo dio el Señor a conocer a santa María Magdalena de Pazzis, cuando la dijo que Él por esto se había reducido a la necesidad de tomar leche, para dar a entender el amor que tiene a las almas redimidas.
AFECTOS Y SÚPLICAS.
¡Oh, mi dulce y amabilísimo Niño!, Vos sois el pan del cielo que sustentáis a los Ángeles; Vos proveéis de comida a todas las criaturas; ¿cómo, pues, os habéis reducido a mendigar un poco de leche de una doncellita, para conservar la vida? ¡Oh, amor divino! ¿Cómo has podido hacer tan pobre a un Dios que haya tenido necesidad de pedir un tan corto alimento?
Más ya os comprendo, Jesús mío. Vos tomáis leche de María en esa gruta, para ofrecerla después, convertida en sangre, a Dios sobre la cruz, en sacrificio y satisfacción de nuestros pecados. Dad pues ¡oh, María!, dad toda la leche que podáis a ese Hijo, para que todos gocen del precioso líquido que ha de servir para lavar las culpas de mi alma y para nutrirla después en la santa comunión.
¡Oh, Redentor mío! Y, ¿cómo he podido yo saber esto y seros ingrato?
Pero, vuestra bondad es mi esperanza. Esta me enseña que, si yo quiero vuestra gracia, ella es mía. Me arrepiento ¡oh, sumo Bien!, de haberos ofendido y os amo sólo a Vos y a Vos solamente quiero amar.
Vos sois, y habéis de ser siempre, mi único bien. El único amor mío. Mi Amado Redentor, dadme, os ruego, una tierna devoción a vuestra santa infancia, como la habéis dado a tantas almas, que pensando en vuestra niñez se olvidan de todo lo demás, porque no saben pensar más que en amaros. Es verdad que ellas son inocentes y yo pecador; pero Vos os habéis hecho niño para haceros amar también de los pecadores.
Yo he sido uno de ellos, más ahora os amo con todo el corazón y no deseo otra cosa que vuestro amor.
¡Oh, María! Dadme Vos un poco de aquella ternura con la que dabais de mamar al infante Jesús.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.