26 de diciembre
JESÚS NACE NIÑO
NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
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PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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26 de diciembre
JESÚS NACE NIÑO
Considera cómo la primera señal que dio el Ángel a los pastores para hallar al Mesías recién nacido fue la de encontrarle en forma de niño: Invenietis infantem pannis involutum. Y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2, 12).
La pequeñez de los niños es un grande atractivo de amor. Pero un atractivo mucho mayor debe ser para nosotros la pequeñez de Jesús, que, siendo un Dios inmenso, se ha hecho chiquito por nuestro amor, como dice San Agustín.
Adán compareció sobre la tierra en edad perfecta; más el Verbo eterno quiso manifestarse infante, para atraerse, de esta manera, con mayor fuerza de amor, nuestros corazones.
Jesús no viene al mundo para infundir terror, sí para ser amado y por eso en su primera aparición quiere hacerse ver tierno y pobre niño.
Mi Señor es grande y digno en gran manera de ser loado, decía san Bernardo; pero viéndole después el Santo hecho pequeñito en el establo de Belén, añadía exclamando con ternura: Chiquito es el Señor y por ello muy digno de ser amado.
¡Oh! Y quién considere con fe a un Dios Niño llorar y dar vagidos sobre la paja en una gruta, ¿cómo es posible que no le ame y no invite a todos a amarle como invitaba san Francisco de Asís: Amemos al Niño de Belén: amemos al Niño de Belén?
Él es infantito. No habla, sólo gime; pero ¡oh, Dios!, que aquellos gemidos son voces todas de amor, con las que nos convida a amarle y nos pide el corazón. Considero, por otra parte, que los niños se atraen los afectos también, porque se estiman inocentes, aunque nazcan manchados de la culpa original.
Más Jesús nace niño inocente, santo, sin mancha alguna. Mi amado, decía la sagrada Esposa, es todo rubicundo por el amor, y cándido por la inocencia, puro de toda culpa, elegido entre miles. Dilectus meus candidus et rubicundus, electus ex millubus. Mi amado es fúlgido y rubio, distinguido entre diez mil. (Cant 5, 10).
Sólo en este Niño halló el Eterno Padre sus delicias, porque, como dice san Gregorio, solamente en este no halló culpa. Consolémonos, pues, nosotros miserables pecadores, porque este divino Infante ha venido del cielo a comunicarnos esta, su inocencia, por medio de su pasión.
Los méritos suyos, si nosotros supiésemos estimarlos, pueden mudarnos de pecadores en santos e inocentes. Pongamos en ellos nuestra confianza, pidamos, por los mismos, al Eterno Padre, siempre la gracia y lo alcanzaremos todo.
AFECTOS Y SÚPLICAS
Eterno Padre, yo miserable pecador, reo del infierno, no tengo qué ofreceros en satisfacción de mis pecados. Os ofrezco, pues, las lágrimas, las penas, la sangre, la muerte de este Niño que es vuestro Hijo y por Él os suplico piedad.
Si yo no tuviese este Hijo que ofreceros, sería perdido, no tendríais más que esperar de mí; pero Vos para esto me lo habéis dado, a fin de que, ofreciéndoos los méritos suyos, espere mi salvación.
¡Señor! ¡Grande es vuestra misericordia! ¿Y qué mayor misericordia podía esperar, que tener de Vos en don a vuestro Hijo, por mi Redentor y por víctima de mis pecados?
Por amor, pues, de Jesucristo perdonarme todas las ofensas que os he hecho; de las cuales me arrepiento con todo el corazón, por haber ofendido a Vos, bondad infinita. Y, por amor de Jesucristo, os pido la santa perseverancia.
¡Oh, mi Dios! si yo os volviese a ofender después que me habéis esperado con tanta paciencia, me habéis socorrido con tantas luces y me habéis perdonado con tanto amor, ¿no merecería un infierno a propósito para mí?
¡Ah! Padre mío, no me abandonéis. Yo tiemblo al pensar en las traiciones que os he hecho: ¿cuántas veces he prometido amaros y después os he dado la espalda? ¡Ah! Mi Criador, no permitáis que tenga yo que llorar la desgracia de verme nuevamente privado de vuestra amistad.
No permitáis que me separe de Vos. Lo repito y quiero repetirlo hasta el último aliento de mi vida. Vos dadme la gracia para siempre de repetiros esta misma súplica: Ne permittas separari a te. Jesús mío, mi amado Niño, encadenadme con vuestro amor. Os amo y quiero siempre amaros. No permitáis que yo tenga que separarme más de vuestro amor.
Amo también a Vos, Madre mía; amadme asimismo Vos. Y, si me amáis, es la gracia que me habéis de alcanzar, que ya no deje más de amar a Dios.
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.