5 de diciembre
TOMANDO FORMA DE SIERVO
San Alfonso María
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
5 de diciembre
TOMANDO FORMA DE SIERVO.
Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre (Flp. 2, 7).
Baja a la tierra el Verbo eterno para salvar al hombre; y ¿de dónde desciende? Del seno de su Divino Padre, en el que desde la eternidad fue engendrado entre los resplandores de los Santos. Y ¿A dónde desciende? Al seno de una Virgen, hija de Adán, que respecto al seno de Dios no es sino un lugar de horror, de donde canta la Iglesia; Non horruisli virginis uterum. Si, porque el Verbo, estando en el seno del Padre, es Dios como el Padre, inmenso, omnipotente, felicísimo y supremo Señor, en todo igual al Padre. Mas en el seno de María criatura, pequeñito, débil, afligido, siervo y menor que el Padre.
Cuéntese por prodigio grande de humildad que un san Alejo, hijo de un señor romano, quiso vivir de criado en la casa de su padre; pero ¿qué tiene que hacer la humildad de un tal Santo con la de Jesucristo? Entre hijo criado del padre de aquel, había alguna diferencia de condición; más, entre Dios y siervo de Dios, hay una diferencia infinita.
Por otra parte, este Hijo de Dios, habiéndose hecho siervo de sus criaturas, esto es, de María y José; pues, como nos dice San Lucas, estaba sujeto a ellos (Lc. 2, 51). Además, se hizo siervo de Pilatos, que lo condenó a muerte, la cual aceptó obediente; se hizo finalmente siervo de los verdugos que quisieron azotarle, coronarle de espinas y crucificarle, obedeciendo Jesús humildemente a todos, sometiéndose a sus manos.
¡Oh, Dios! Y ¿nosotros rehusaremos después sujetarnos al servicio de este amable Salvador que por redimirnos se ha sujetado a tantas servidumbres, tan penosas e indecorosas? Y por no ser siervos de este tan grande y tan amante Señor, ¿querremos hacernos esclavos del demonio que no nos ama y sí que nos odia y nos trata cual tirano, haciéndonos infelices y miserables en esta vida y en la otra? Pero, si hemos cometido esta gran locura, ¿Por qué no salimos presto de esta infeliz esclavitud? Ea, pues, ya que hemos salido por la gracia de Jesucristo de la servidumbre del infierno, abracemos prontamente y estrechemos con amor aquellas dulces cadenas que nos hacen siervos y amantes de Jesucristo, las cuales nos obtendrán después la corona del reino eterno entre los bienaventurados del paraíso.
AFECTOS Y SÚPLICAS
Amado Jesús mío, Vos sois el monarca del cielo y de la tierra; más por amor mío os habéis hecho súbdito hasta de los verdugos que os han despedazado las carnes, traspasado la cabeza y os han dejado, finalmente, enclavado sobre la cruz a morir de dolor. Yo os adoro por mi Dios y Señor y me avergüenzo de comparecer en vuestra presencia, acordándome que tantas veces por cualquier mísero gusto he roto los santos vínculos y os he dicho en vuestro rostro no querer serviros. Sí, justamente, pues Vos me echáis en cara: Rompiste mis ataduras, y dijiste no serviré. Pero, me animan a esperar el perdón, ¡oh, Salvador mío!, vuestros méritos y vuestra bondad que no saben despreciar un corazón que se arrepiente y humilla: Cor contritum el humiliatum, Deus, nos depicies. Confieso, Jesús mío, que sin razón os he disgustado; confieso que merezco mil infiernos por las ofensas que os he hecho. Castigadme como queráis, más no me privéis de vuestra gracia y amor. Me pesa sobre todo mal de haberos despreciado. Os amo con toda mi alma. Propongo, de hoy en adelante, querer, solamente, servir y amar a Vos. ¡Oh! Por vuestros méritos ligadme con las cadenas de vuestro santo amor; no permitáis que yo me vea suelto de ellas. Os amo sobre todas las cosas.
¡Oh, liberador mío! Yo estimo más ser vuestro siervo que dueño de todo el mundo. Y ¿de qué sirve todo el mundo a quien vive privado de vuestra gracia? Jesús dulcísimo, no permitáis que me separe de Vos. Esta gracia os pido y esta gracia propongo buscar siempre; y os suplico que me concedáis hoy, la de repetiros en toda mi vida: Jesús mío, no permitáis que yo me separe más de vuestro amor. Lo mismo os pido a Vos ¡Oh, María Madre mía! Ayudadme con vuestra intercesión a no separarme más de mi Dios.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.