11 de diciembre
LLEVÓ SOBRE SÍ NUESTRAS MALDADES
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
11 de diciembre
LLEVÓ SOBRE SÍ NUESTRAS MALDADES.
Is 53,4
Considera como el Verbo divino, haciéndose hombre, no sólo quiso tomar la figura de pecador, sino que también quiso cargar sobre sí todos los pecados de los hombres y satisfacer por ellos como si fuesen propios, es decir, como si Él mismo los hubiese cometido.
Ahora pensemos en qué opresión y angustia debía hallarse el Corazón del Niño Jesús, que ya se había cargado con todos los pecados del mundo, viendo que la justicia divina pedía de Él una plena satisfacción.
Conocía bien la malicia de todo pecado cuando, con la luz de la divinidad que le acompañaba, comprendía inmensamente, más que todos los hombres y todos los Ángeles, la infinita bondad de su Padre y el mérito infinito que tiene para ser respetado y amado.
Después veía a las claras delante de sí innumerables pecados de los hombres, por los que debía Él padecer y morir. Hizo ver el Señor una vez a santa Catalina de Génova la fealdad de una sola culpa venial y, a tal vista, fue tan grande el espanto y el dolor de la Santa, que cayó desmayada en tierra.
¿Qué pena sería, pues, la de Jesús niño, al verse luego que vino al mundo presentado ante el inmenso cúmulo de maldades de todos los hombres, por las cuales debía satisfacer? Ya entonces, dice san Bernardino de Sena, tuvo conocimiento de cada culpa en particular de todos los hombres»
Por esto añade el cardenal Hugo, que los verdugos le atormentaron exteriormente crucificándole; pero nosotros interiormente pecando; y más afligió al alma de Jesucristo cada pecado nuestro, que afligió a su cuerpo la crucifixión y la muerte. He aquí, pues, la recompensa que ofreció a este divino Salvador cualquiera que se acuerde de haberle ofendido con pecado mortal.
AFECTOS Y SÚPLICAS.
Mi amado Jesús, yo, que hasta ahora os he ofendido, no soy digno de gracia; más por el mérito de aquellas penas que padecisteis y ofrecisteis a Dios a la vista de todos mis pecados, satisfaciendo por ellos a la justicia divina, hacedme participante de la luz con que Vos entonces conocisteis su malicia y de aquella aversión con que los detestasteis.
Porque ¿se habrá de verificar, oh mi Salvador, que yo soy verdugo de vuestro corazón en todos los momentos de vuestra vida y aún más cruel que cuantos os crucificaron? ¿Y que esta pena la he renovado y acrecentado siempre que he vuelto a ofenderos?
Señor, Vos habéis muerto ya para salvarme; pero no basta para esto vuestra muerte si yo, de mi parte, no detesto sobre todo mal y no tengo verdadero dolor de las ofensas que os he hecho. Más, este dolor también me lo habéis de dar Vos, que lo dais a quien os lo pide.
Yo os lo pido por el mérito de todas vuestras penas que padecisteis en esta tierra. Dádmelo tal, que corresponda a mi malicia.
Ayudadme, Señor, a hacer este acto de contrición: Eterno Dios, sumo e infinito bien; yo miserable gusano he tenido el atrevimiento de perderos el respeto y despreciar vuestra gracia. Yo detesto sobre todo mal y aborrezco la injuria que os he hecho. Me arrepiento de ello con todo el corazón, no tanto por el infierno que he merecido, cuanto porque que he ofendido vuestra infinita bondad.
Espero, por los méritos de Jesucristo, que me perdonaréis y espero también, con el perdón, la gracia de amaros.
Os amo, ¡oh, Dios digno de infinito amor! y siempre querré repetiros: Yo os amo, yo os amo, yo os amo, y como os decía vuestra amada santa Catalina de Génova, estando al pie de vuestra cruz, de la misma manera yo, que estoy a vuestros pies, quiero deciros: Señor mío, no más pecados, no más pecados. No, Jesús mío, que Vos no merecéis ser ofendido, sí que merecéis, solamente, ser amado. Redentor mío, ayudadme.
Madre mía María, socorredme, no os pido otra cosa que vivir amando a Dios en esta vida que me resta.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.