III DOMINGO DESPUÉS DE
PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del
Rito Romano
Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y
los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «¿Quién
de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y
nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y,
cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar
a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he
encontrado la oveja que se me había perdido”. Os digo que así también habrá más
alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y
nueve justos que no necesitan convertirse. O ¿qué mujer que tiene diez monedas,
si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado,
hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las
vecinas y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me
había perdido”. Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un
solo pecador que se convierta».
Lc 15,1-10