LA
PARTICIPACIÓN
Reflexión
diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 189-191)
El hombre está llamado a participar, como
individuo o asociado a otros, en la construcción de la vida social mediante
actividades contribuyendo a la vida cultural, económica, política y social de
la comunidad civil a la que pertenece. La participación es un deber que todos han
de cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien común.
La participación no puede ser delimitada o
restringida a algún contenido particular de la vida social, para
que la gestión de la vida pública sea el fruto de la corresponsabilidad de cada
uno con respecto al bien común.
La participación en la vida comunitaria no es
solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar
libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los
demás, sino
también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además
de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia.
La participación puede lograrse en todas las
relaciones posibles entre el ciudadano y las instituciones: para ello, se debe
prestar particular atención a los contextos históricos y sociales en los que la
participación debería actuarse verdaderamente.
En
el ámbito de la participación, una ulterior fuente de preocupación proviene de aquellos
países con un régimen totalitario o dictatorial, donde el derecho
fundamental a participar en la vida pública es negado de raíz, porque se
considera una amenaza para el Estado mismo, de
los países donde este derecho es enunciado sólo formalmente, sin que se pueda
ejercer concretamente; y también de aquellos otros donde el crecimiento
exagerado del aparato burocrático niega de hecho al ciudadano la posibilidad de
proponerse como un verdadero actor de la vida social y política.
Para que esa participación
sea positiva y beneficiosa, debe realizarse conforme al bien y a la verdad, en
la responsabilidad solidaria de los unos con los otros. Cuando la participación
no se realiza en estas coordenadas, puede convertirse en destructora de la misma
sociedad. Pensemos simplemente en la ley del aborto, fruto de la participación
democrática. Es necesario en este sentido educar e insistir en la responsabilidad.