Homilía
de maitines
III DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del
Rito Romano
Homilía de San Gregorio, Papa.
Habéis
oído, hermanos míos, en la lectura del Evangelio que los pecadores y los publicanos
se acercaban a nuestro Redentor, y que fueron admitidos, no solamente a
conversar, sino también a comer con él. Al ver esto, los fariseos lo comentaron
despectivamente. De donde podemos deducir que la verdadera justicia es
compasiva, y la falsa, desdeñosa. No quiere decir esto que los justos no se
muestren a veces, y con razón, indignados contra los pecadores, sino
que no es lo mismo obrar por soberbia que por celo de la disciplina.
Los
justos, pues, se muestran a veces indignados, pero sin estarlo realmente;
desconfían de los pecadores, pero sin desesperar; los persiguen, pero sin dejar
de amarlos, porque si el celo por el bien pone con frecuencia reprimendas en
sus labios, conservan interiormente la dulzura de la caridad; anteponen muchas
veces a sí mismos que, en su estimación, a los mismos que reprenden, y juzgan
mejores que ellos a aquellos cuyos jueces son, de esta suerte, a la vez que
mantienen a sus súbditos en la disciplina, se conservan ellos mismos humildes.
Por
lo contrario, los que se enorgullecen so pretexto de una falsa justicia,
desprecian a los demás, sin compadecerse de sus debilidades, y por lo mismo que
no se tienen por pecadores, conviértense en pecadores muchos más odiosos. A
este número pertenecían, sin duda, los fariseos, los cuales, al vituperar al
Señor porque acogía a los pecadores, recriminaban, ellos, los secos de corazón,
a la fuente misma de la misericordia. Más como estaban enfermos, hasta el punto
de ignorar su mal, el Médico celestial los trata con una conmovedora parábola,
y oprime dulcemente la entumecida herida de su corazón.