DÍA 26
PENSAMIENTO DE SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
"Si veis en vosotros un
sinnúmero de impaciencias y enojos, arrojadlos en la fragua de la mansedumbre
del amable Corazón de Jesús, para que os haga mansos y humildes".
MEDITACIÓN:
Después de ponerte en presencia de Dios y disponerte para la meditación confundiéndote, dando gracias, pidiendo perdón y las gracias necesarias para sacar el mayor fruto posible; considera:
Después de ponerte en presencia de Dios y disponerte para la meditación confundiéndote, dando gracias, pidiendo perdón y las gracias necesarias para sacar el mayor fruto posible; considera:
1. Jesús ha dicho: "El Hijo del
Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido". Ante la
experiencia de pecado, de no corresponder al amor de Corazón de Jesús, nuestra
actitud puede ser muchas veces aquella de san Pedro ante la pesca milagrosa:
"Apártate de mí, Señor, que soy un pecador." En cambio, Jesús ha
venido a buscar y a salvar lo perdido. Examina cuántas veces te has dejado
llevar por ese sentimiento de alejarte de él... cuántas veces has retardado
acudir a él por no "considerarte digno" de su salvación, de su
perdón, de su curación... Jesús nos ama y, eso, impide en él cualquier tipo de
rechazo. Cuando nos encontramos en pecado, pecado que hiere su Corazón, Jesús
está deseando ardientemente que vayamos a él para sanarnos y salvarnos. Dale
gracias por tantas veces que te ha perdonado, que te ha sanado, que has vuelto
a encontrar su paz. Confiesa siempre con humildad la misericordia del Señor
como el centurión: Dómine, non sum dignus. Señor, no soy digno...
2. Jesús ha dicho: "Aprended de mí que
soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso". Una de las
jaculatorias más hermosas de este mes de junio es la que reza así: Jesús, manso
y humilde de corazón haz mi corazón semejante al tuyo. Haz, porque yo quiero,
pero no soy constante... Haz, porque lo deseo, pero pronto me dejo llevar por
la tentación y caigo. Haz, porque he de ser como tú, pero en mí todavía vive el
hombre viejo con sus obras. Haz, tú, Jesús, con la fuerza de tu gracia, porque
yo no tengo fuerzas y sin ti no puedo nada. Envía tu Espíritu y que renueva mi
corazón.
Da gracias al Señor por este momento de
meditación y antes de terminar haz algún propósito concreto, realista y firme
para vivir lo meditado.