Santo Rosario.
Por la señal...
Monición
inicial: Con algunos pensamientos de san Josemaría Escrivá
de Balaguer, sacerdote, fundador del Opus Dei y de la Sociedad sacerdotal de la
Santa Cruz, meditamos el rosario de hoy. Él decía: Como en otros días, ha de
ser hoy el Rosario arma poderosa, para vencer en nuestra lucha interior, y para
ayudar a todas las almas. Ensalza con tu lengua a Santa María: reparación te
pide el Señor, y alabanzas de tu boca. Ojalá sepas y quieras tú sembrar en todo
el mundo la paz y la alegría, con esta admirable devoción mariana y con tu
caridad vigilante.
Señor mío
Jesucristo...
MISTERIOS GOZOSOS
1.- La encarnación del Hijo de Dios en las entrañas
purísimas de la Virgen María.
“No
olvides, amigo mío, que somos niños. La Señora del dulce nombre, María, está recogida
en oración.
Tú eres, en aquella casa, lo que quieras
ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino... —Yo ahora no me atrevo a ser
nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena:
El Arcángel dice su embajada... Quomodo fiet
istud, quoniam virum non cognosco? —¿De qué modo se hará esto si no conozco
varón? (Luc., I, 34.)
La voz de nuestra Madre agolpa en mi
memoria, por contraste, todas las impurezas de los hombres..., las mías
también.
Y ¡cómo odio entonces esas bajas miserias
de la tierra!... ¡Qué propósitos!
Fiat mihi secundum verbum tuum. —Hágase en
mí según tu palabra. (Luc., I, 38.) Al encanto de estas palabras virginales el
Verbo se hizo carne.
Va a terminar la primera decena... Aún
tengo tiempo de decir a mi Dios, antes que mortal alguno: Jesús, te amo.”
2.-La Visitación de Nuestra Señora a su prima santa
Isabel.
“Ahora,
niño amigo, ya habrás aprendido a manejarte. —Acompaña con gozo a José y a
Santa María... y escucharás tradiciones de la Casa de David:
Oirás hablar de Isabel y de Zacarías, te
enternecerás ante el amor purísimo de José, y latirá fuertemente tu corazón
cada vez que nombren al Niño que nacerá en Belén...
Caminamos apresuradamente hacia las
montañas, hasta un pueblo de la tribu de Judá. (Luc., I, 39.)
Llegamos. —Es la casa donde va a nacer
Juan, el Bautista. —Isabel aclama, agradecida, a la Madre de su Redentor:
¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!
—¿De dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? (Luc.,
I, 42 y 43.)
El Bautista nonnato se estremece... (Luc.,
I, 41.) —La humildad de María se vierte en el Magníficat... —Y tú y yo, que
somos —que éramos— unos soberbios, prometemos que seremos humildes.”
3.-El nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén
“Se
ha promulgado un edicto de César Augusto, y manda empadronar a todo el mundo.
Cada cual ha de ir, para esto, al pueblo de donde arranca su estirpe. —Como es
José de la casa y familia de David, va con la Virgen María desde Nazaret a la
ciudad llamada Belén, en Judea. (Luc., II, 1-5.)
Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo!
—No hay lugar en la posada: en un establo. —Y su Madre le envuelve en pañales y
le recuesta en el pesebre. (Luc., II, 7.)
Frío. —Pobreza. —Soy un esclavito de José.
—¡Qué bueno es José! —Me trata como un padre a su hijo. —¡Hasta me perdona, si
cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y
encendidas!...
Y le beso —bésale tú—, y le bailo, y le
canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Unico, mi Todo!... ¡Qué hermoso es el
Niño... y qué corta la decena!”
4.-La purificación de Nuestra Señora y presentación del
Niño Jesús en el templo
"Cumplido
el tiempo de la purificación de la Madre, según la Ley de Moisés, es preciso ir
con el Niño a Jerusalén para presentarle al Señor. (Luc., II, 22.)
Y esta vez serás tú, amigo mío, quien
lleve la jaula de las tórtolas. —¿Te fijas? Ella —¡la Inmaculada!— se somete a
la Ley como si estuviera inmunda.
¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto,
a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios?
¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos
purificación! —Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. —Un amor que sea
cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas
divinas la miseria de nuestro corazón.
Un hombre justo y temeroso de Dios, que
movido por el Espíritu Santo ha venido al templo —le había sido revelado que no
moriría antes de ver al Cristo—, toma en sus brazos al Mesías y le dice: Ahora,
Señor, ahora sí que sacas en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa...
porque mis ojos han visto al Salvador. (Luc., II, 25-30.)"
5.- El niño Jesús perdido y hallado en el templo
“¿Dónde
está Jesús? —Señora: ¡el Niño!... ¿dónde está?
Llora María. —Por demás hemos corrido tú y
yo de grupo en grupo, de caravana en caravana: no le han visto. —José, tras
hacer inútiles esfuerzos por no llorar, llora también... Y tú... Y yo.
Yo, como soy un criadito basto, lloro a
moco tendido y clamo al cielo y a la tierra..., por cuando le perdí por mi
culpa y no clamé.
Jesús: que nunca más te pierda... Y
entonces la desgracia y el dolor nos unen, como nos unió el pecado, y salen de
todo nuestro ser gemidos de profunda contrición y frases ardientes, que la
pluma no puede, no debe estampar.
Y, al consolarnos con el gozo de encontrar
a Jesús —¡tres días de ausencia!— disputando con los Maestros de Israel (Luc.,
II, 46), quedará muy grabada en tu alma y en la mía la obligación de dejar a
los de nuestra casa por servir al Padre Celestial.”