EL
PRINCIPIO Y LA VIRTUD DE LA SOLIDARIDAD
Reflexión
diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 192-196)
El
hombre como ser social, llamado a la existencia junto con los otros en igualdad
de dignidad, debe vivir la solidaridad, en el plano personal y comunitario. Hoy
más que nunca gracias a las comunicaciones, los lazos de unión entre las
personas y los pueblos se acrecientan, aunque también quedan de manifiesto las desigualdades
entre países desarrollados y países en vías de desarrollo.
Las
nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos deben
transformarse hacia una verdadera y propia solidaridad ético-social,
que es la exigencia moral ínsita en todas las relaciones humanas. La
solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos complementarios: como principio
social y como virtud moral.
1. Como
principio, la solidaridad debe captarse en su valor ordenador de las
instituciones, según el cual las « estructuras
de pecado », que dominan las relaciones entre las
personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad,
mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado,
ordenamientos.
2. Como
virtud moral, la solidaridad es la determinación firme
y perseverante de empeñarse
por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada
uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. La solidaridad se eleva al rango de virtud social fundamental, ya que se coloca en la
dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia al bien común, y en la entrega por el bien del
prójimo, que está dispuesto a "perderse", en sentido evangélico, por
el otro en lugar de explotarlo, y a "servirlo" en lugar de oprimirlo
para el propio provecho.
El
término solidaridad, ampliamente empleado por el Magisterio, expresa
en síntesis la exigencia de reconocer en el conjunto de los vínculos que unen a
los hombres y a los grupos sociales entre sí, el espacio ofrecido a la libertad
humana para ocuparse del crecimiento común, compartido por todos.
Como
cristianos, la solidaridad implica:
a)
aportación positiva a la causa común,
b)
búsqueda de los puntos de posible
c)
disposición para gastarse por el bien del otro, superando el individualismo.
Nos motiva a ello la
conciencia de la deuda que cada persona tenemos hacia la sociedad en la que
vivimos así como la responsabilidad hacia las futuras generaciones.