PENSAMIENTO DE
SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
Hemos de procurar en lo posible penetrar dentro de este Corazón adorable,
haciéndonos muy pequeños, por la humilde confesión de nuestra nada.
MEDITACIÓN:
Después de ponerte en presencia de
Dios y disponerte para la meditación confundiéndote, dando gracias, pidiendo
perdón y las gracias necesarias para sacar el mayor fruto posible;
considera:
1. Jesús ha dicho: "Yo soy
el camino, la verdad y la vida." El conocimiento de la grandeza de Dios y
al mismo tiempo de nuestra pequeñez, nos ha de llevar a la confesión de Pedro: "Señor,
¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna." Tenemos que
procurar entonces buscar siempre y en todo momento al Señor, su amistad y
su voluntad para caminar en su presencia... Podemos recordar la respuesta del
salmista ante la pregunta de quién puede subir a la presencia de Dios:
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. (Salmo 14)
2. Jesús ha dicho: "Si no os convertís y os
hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos." He aquí el
modo de poder entrar muy adentro en el reino, en el Corazón de Jesús: "Hacernos niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia;
reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del
poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar y para perseverar en el
camino. Ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como
creen los niños, pedir como piden los niños. Y todo eso lo aprendemos
tratando a María. (...) Porque María es Madre, su devoción nos enseña a ser
hijos: a querer de verdad, sin medida; a ser sencillos, sin esas complicaciones
que nacen del egoísmo de pensar sólo en nosotros; a estar alegres, sabiendo que
nada puede destruir nuestra esperanza. (San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 143)
Da gracias al Señor por este
momento de meditación y antes de terminar haz algún propósito concreto,
realista y firme para vivir lo meditado.