08 DE SEPTIEMBRE
LA NATIVIDAD DE MARÍA
SEPTIEMBRE —pródigo en fiestas marianas— nos brinda hoy las primicias de la Natividad: aurora radiante que pone término a una noche prolongada durante cuatro o seis mil años, dibujando el primer perfil de luz redentora en el horizonte de nuestras incertidumbres y esperanzas...
Debió de ser por el año 22 antes de nuestra era, y en los primeros días del mes de Tirsi. Mientras el humo de los holocaustos propiciatorios subía al cielo, nació en Jerusalén la Virgen que había de lavar nuestras culpas en la sangre de su divino Hijo. «Flor del campo y lirio de los valles», su aparición es humilde, sin brillo humano. Sus progenitores —Joaquín y Ana—, aunque llevan sangre real en las venas, viven oscuramente. «i La Rosa misteriosa que San Juan. verá más tarde «revestida del sol como de un ropaje luminoso», debe desplegarse a impulsos del viento abrasador de la adversidad sobre un tronco pobre y deshojado!
Quæ est ista...? ¿Quién es ésta que sube con la gracia de la aurora, hermosa como la luna, escogida como el sol, terrible como un ejército en orden de batalla? Leed las profecías:
Novum creavit Dóminus super terram: fæmina circundabit virum. Un prodigio nuevo ha creado Dios sobre la tierra: una mujer concebirá on hijo, siendo virgen. Ecce Virgo concipiet, et páriet fílium...
Las sombras huyen, la Estrella matutina fulgura entre la niebla, y una gran luz aparece para los que se sentaban en la oscuridad de la muerte.
Egredietur virga de radice Jesse... Saldrá una vara de la raíz de Jesé y sobre ella se abrirá la flor y descenderá sobre él el Espíritu del Señor.
He aquí que veo una nubecilla, chiquita como la huella de un hombre, que sube desde la llanura del mar.
Sí. No hay duda de que es Ella. Trae todas las señales de la predestinación. Las virtudes se trasparentan en su rostro purísimo. «No hay orgullo en su mirada —dice San Ambrosio— ni ligereza en su hablar, ni en su semblante dureza, ni precipitación en su voz, oí en sus movimientos abandono. Todo el aspecto de su cuerpo es como la imagen y el retrato de su santidad. Tan noble es su andar, que no parece apoyarse en el suelo, sino elevarse sobre él por su propia virtud».
Quæ est ista...? Oíd a Lope de Vega:
Hoy nace una pura estrella
tan divina y celestial,
que con ser estrella es tal
que el mismo Sol nace de ella.
He aquí la gran noticia. El fin, la gloria, la grandeza, el destino de la mujer que acaba de entrar en el mundo, se encierra en estas palabras evangélicas de profundidad - insondable: Maria de qua natus est Jesus. Esta niña es María, de la cual nacerá Jesús». Todo en ella dice relación con esta prerrogativa fundamental de su' maternidad divina. Y en su virtud es la mujer bendita prometida por Dios, la Inmaculada, la verdadera Madre de los vivientes, la Corredentora, la Llena de Gracia, la Virgen Madre, la Reina, la Estrella del Mar, la mayor maravilla de Dios, «el boceto purísimo de toda la creación»...
Existía ya en las figuras que la representaron —arca de salvación, paloma de Noé, ramo de olivo, nube de fuego, vellocino de Gedeón—, y también en las personas —Eva, Sara, Rebeca, Raquel, Débora, Abigail, Judit, Noemi, Ester, la Esposa del Cantar de los Cantares — ; pero ahora, post hæc in terris visa est, et cum homínibus commorata est: ha aparecido en la tierra y ha morado entre los hombres, para «gloria de Jerusalén, alegría de Israel, honorificencia de su pueblo» y «luz nueva que llenará al mundo del gozo, honor y regocijo que sintió el pueblo de Dios el día de su libertad».
Quæ est ista...? «Nuestra única esperanza después de Cristo, como dice San Epifanio; nuestra fiadora con Dios, como exclama San Agustín; el canal de todas las gracias, según San Bernardo; el remedio de todos los males, en expresión de San Buenaventura; nuestra paz, nuestra alegría, nuestra buena Madre, como canta San Efrén».
Por eso exclama San Juan Damasceno, lleno de los sentimientos que deben animar a toda criatura con motivo del nacimiento de María: «i Oh beneficio excelente!) ¡Oh beneficencia inexplicable!, ¡oh munificencia incomparable de nuestro Dios! Toda la naturaleza se desahoga en transportes de júbilo por la venida de su Reina. ¡Alégrense los hombres con la esperanza de la libertad, en la feliz época de la Natividad de Aquella que sin mancha alguna debe engendrar al Salvador!»
Por eso canta. la Liturgia sagrada: «Tu nacimiento, ¡Oh, Virgen María!, fue alegre nueva para todo el mundo, porque de Ti nació el Sol de Justicia, Cristo nuestro Dios, que destruyendo la maldición nos dio la bendición, y derrotando a la muerte nos hizo merced de la vida eterna».
Por eso debemos unir nuestros cantos a los de la Iglesia en este gran día de salvación, en que amanece un mundo nuevo, en que las magnificencias y bellezas de la creación han sido superadas, en que el arca se posa sobre la tierra, abriendo gloriosos destinos a la humanidad...
¡Oh, Mística Paloma, que hoy llegas a nosotros con el ramo de olivo de la paz!: bajo tus alas nos cobijamos esperando la paz eterna.
…«Y mientras viene el día,
¡Sé Tú nuestra esperanza iluminada,
Alba del Sol, purísima María!».
 

