martes, 11 de marzo de 2025

DÍA 12. EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ SIEMPRE SE APLICÓ A AUMENTAR EL AMOR POR JESÚS

DÍA DECIMOSEGUNDO.

El Corazón de San José siempre se aplicó en aumentar el amor que sentía por Jesús.

 

 MES

EN HONOR

A SAN JOSÉ

Por un sacerdote

de la Congregación de la Misión

 

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)

pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)

y del Ángel Custodio, (breve silencio)

acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:

 

Dios te salve, José, lleno de la gracia divina.

Entre tus brazos descansó El Salvador

y ante tus ojos creció.

Bendito eres entre todos los hombres,

y bendito es Jesús,

el hijo divino de tu Virginal Esposa.

San José, padre adoptivo de Jesús,

ayúdanos en nuestras necesidades familiares,

de salud y de  trabajo,

hasta el fin de nuestros días,

y socórrenos a la hora de nuestra muerte. Amén.”

 

DÍA DECIMOSEGUNDO.

El Corazón de San José siempre se aplicó en aumentar el amor que sentía por Jesús.

 

La conversación de un amante con su amada siempre se ha considerado apta para despertar los afectos del corazón y fomentarlos y aumentarlos cada vez más. ¿Qué hay que decir sobre San José que tuvo la fortuna verdaderamente inefable de conversar con Jesús durante tantos años? Este verdadero amante de los hombres no conversó con ninguno de ellos con mayor extensión, dulzura y afecto que con su padre visible en la tierra. Soy de la opinión de que San José, después de haber oído los divinos discursos del Salvador, quedó como arrebatado en dulce éxtasis de amor mucho más que los dos discípulos que fueron a Emaús y que ebrio de santo amor debió decir muchas veces a su castísima Esposa: ¡Ah, qué llamas no enciende este adorable hijo en nuestros corazones cada vez que nos habla! Y en realidad las palabras de Jesús, según el Profeta real, eran como otras tantas flechas encendidas por el fuego del amor que iban a herir los corazones de sus oyentes, y penetraban incluso los corazones endurecidos de sus más acérrimos enemigos cuando tenían la paciencia de escucharle.

Consideremos ahora qué heridas profundas debía recibir el corazón de José cada vez que el Salvador conversaba con él de modo familiar, como lo hace un hijo afectuoso con su padre amado. Un ilustre devoto de nuestro Santo piensa así: José, mientras conversaba con Jesús, recibió mil llagas en su corazón y fue dulcemente traspasado por una llaga de amor que no cicatrizará por toda la eternidad.

Además, no se puede negar que los servicios mutuos que Jesús y José se prestaron a lo largo de tantos años aumentaron el amor que se tenían el uno al otro. Si miramos el Evangelio, veremos que el Hijo de Dios no dejó de enriquecer con su amor divino los corazones de aquellos a quienes curó milagrosamente de sus enfermedades. Porque este amable Salvador estimaba tan poco los bienes del cuerpo, que hubiera pensado que nada daría a los que recurrían a él, si no los hubiera inflamado también con su amor. Debemos, pues, persuadirnos de que habiendo prestado tantos y tan grandes servicios a san José, habrá encendido cada vez más llamas de amor en el corazón de este padre, el más afortunado de todos los padres terrenos.

Por otra parte, es cierto que este divino Redentor no recibió servicios de sus amigos sin mostrarles su gratitud encendiendo el fuego de la caridad en sus corazones. María Magdalena recibió con frecuencia el honor de ser admitida en su presencia, de lavarle los pies con sus lágrimas y de ungir sus cabellos con ungüentos preciosos, y cada vez que tuvo la suerte de darle alguna muestra de su respeto y de su ternura, sintió violentos transportes de amor hacia su querido maestro, y las llamas divinas que el Hijo de Dios encendió entonces en el corazón de aquella pecadora fueron suficientes para hacerla merecedora del nombre de amadora de Jesús. José, que tuvo el honor de rendir mil veces más servicios al Señor que la Magdalena, y que, por consiguiente, sintió su corazón inflamado de amor en todas estas ocasiones, ¿no merecía llevar más dignamente que la Magdalena el título de gran amante de Jesús? Conversar con Cristo y servirle son dos estímulos muy fuertes para despertar o aumentar la llama de su amor en nuestros corazones, como lo fueron para san José. Pero, ¿cómo podremos imitarlo nosotros que no tenemos la fortuna que él tuvo en esta tierra de verlo, de acercarnos a él y de tratar con él? ¿Pero qué dije? ¿Y no tenemos en la santísima, invisible e inmortal Eucaristía a ese mismo Cristo que estuvo siempre en estado visible y mortal con San José? ¿No tenemos representantes vivos de Jesús en los pobres y los enfermos? Ahora bien, si este es el caso, ¿por qué no arde en nuestros corazones la llama del santo amor de Jesús?

Digámoslo, almas devotas, para nuestra confusión: porque nos detenemos tan poco ante sus Tabernáculos y no hacemos uso frecuente y bueno de la Sagrada Comunión; y porque no prestamos servicios devotos a los pobres, y especialmente a los enfermos. ¡Oh! Ocupémonos desde ahora del adorable Sacramento de los altares y de los desdichados, y nuestro corazón, como ha sucedido a tantos otros, se inflamará del amor de Jesucristo.

 

JACULATORIA

Obedientísimo san José, ruega por nosotros.

 

 

AFECTOS

Si la obediencia que Jesús y María te prestaron, oh santo Patriarca, fue tan gloriosa para ti, la que tú prestaste a Dios fue muy cara y agradable a su corazón, y muy capaz de glorificarle. Al abrazar voluntariamente la pobreza, hiciste un sacrificio a Dios de tus bienes; con el voto de castidad le sacrificaste tu cuerpo; pero por el continuo ejercicio de la obediencia ofreciste tu alma en holocausto, mucho más agradable a Su Divina Majestad. Deseo ardientemente imitaros en esta sublime virtud, y de ahora en adelante no tener otra voluntad por regla de mis acciones que la voluntad de Aquel que quiere que vivamos conforme a la suya. Deseo y quiero obedecerle sin reservas, para tener la dicha de repetir como tú: ¡Quiera el Cielo que yo viva y vea cumplida exactamente la voluntad divina!

 

 

LETANÍAS A SAN JOSÉ

Indulgencia de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935

 

Señor, ten misericordia de nosotros

Cristo, ten misericordia de nosotros.

Señor, ten misericordia de nosotros.

 

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

 

Dios Padre celestial,

ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo.

Dios Espíritu Santo.

Santa Trinidad, un solo Dios.

 

Santa María,

ruega por nosotros.

San José,

ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David.

Luz de los Patriarcas.

Esposo de la Madre de Dios.

Casto guardián de la Virgen.

Padre nutricio del Hijo de Dios.

Celoso defensor de Cristo.

Jefe de la Sagrada Familia.

José, justísimo.

José, castísimo.

José, prudentísimo.

José, valentísimo.

José, fidelísimo.

Espejo de paciencia.

Amante de la pobreza.

Modelo de trabajadores.

Gloria de la vida doméstica.

Custodio de Vírgenes.

Sostén de las familias.

Consuelo de los desgraciados.

Esperanza de los enfermos.

Patrón de los moribundos.

Terror de los demonios.

Protector de la Santa Iglesia.

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

escúchanos, Señor,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

ten misericordia de nosotros.

 

V.- Le estableció señor de su casa.

R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

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Querido hermano: si te ha gustado esta meditación del mes de san José, compártela con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.